Autora

Soy autora de todo lo escrito en este blog.
Ruego, por favor, respeto.
Derechos reservados.
Muchas gracias.
Gloria Mateo Grima





jueves, 22 de abril de 2010

Cocaína



Inmaculada como la Virgen pero violada por las defecaciones de miserables. Blanca parece, verde lo fue mucho antes de que sólo quitara el frío, el hambre y el cansancio a los pobres indígenas, allá, por los altiplanos de Colombia, Perú o Bolivia. El Erytroxilon coca no sabía que lo iban a cambiar de nombre. Se limitaba a dejarse masticar por bocas humildes y les daba un poco de energía, sin efectos adversos.
Finales del siglo XIX: aíslan el principio activo que esconden sus hojas. Lo condensan, lo multiplican.
Siglo XX: ya forma parte de una bebida famosa y de algún vino con propiedades -dicen- tonificantes. La machacan y la bautizan con el agua bendita del manantial del dinero. Curiosamente serán, después, los billetes una de las vías de introducción al organismo que quiere divertirse y pasar un rato en el paraíso. De momento, la han vestido de largo y le ponen de nombre Clorhidrato de cocaína, el mote más usado: cocaína. Inspiración de cucarachas, que llegarán directas al cerebro y bailarán el baile de San Vito.
Otra forma en la que se presenta es la llamada cocaína base (Crack), que le dará buen juego al tabaco; o también, en Sulfato de cocaína (Basuko), fumata y fuga esta vez maridada con el tabaco y una beata y santa: la marihuana. Más tarde, cócteles varios llenos de alcohol, o combinados con otras drogas varias, le darán más pomposidad y potencia. Siglo XXI: España es el mayor consumidor de Europa ¡Olé por los españoles! Estamos dejando que otros hagan el mayor negocio de su vida.
Ella, la dama negra de blanco, se impone porque la imponen los modos de vida al más alto nivel, en mentes proclives o no. Es traidora, provoca sensación de bienestar enseguida, pero sibilina y silenciosamente, se va apoderando de de nuestro cerebro.
El baile gusta, psicológicamente atrae: quita penas, pone euforias; hace gigantes; el deseo sexual se multiplica: ¡orgasmos, más orgasmos…! Cabezudos, buscan más: hay que tener reservas. Aparentemente viene la agilidad mental y el mundo se queda en los pies.
Líneas que se desfiguran; metros de locura que van confeccionando la mortaja
Orgánicamente, el cuerpo vibra, no duerme; el corazón se quiere marchar del pecho por un acelerón que posiblemente no tendrá freno si no se mete en un taller de reparación a tiempo. A veces, reventará de tanta juerga. La nariz sangra: la vida quiere escapar a chorros y se producen agujeros y deformidades en el tabique nasal. El sueño no tiene nombre se desdibuja. Pero se sigue bailando, cada vez más. Y se comienzan a percibir formas que no existen, personajes imaginarios. Las ideas paranoicas hacen de las suyas. Los ictus pululan y dejan paralizado parte del cuerpo. El potencial sexual que suscitó en un principio, si no se sigue consumiendo cae en picado. Ya ni gatillazos, porque no quedan fuerzas y el cansancio se apodera.
La estructura del Cortex Cerebral se daña, se hace más delgada y teniendo en cuenta que ahí es dónde reside nuestra racionalidad, ésta  disminuye. El Sistema Límbico, del que tantas veces he hablado, que es el que controla los impulsos e instintos más primitivos, será el que predominará, originando conductas totalmente desestructuradas, impulsivas y agresivas. También hay evidencia empírica de un menor tamaño de la Amígdala. Lo que aparentemente aumentaba, revierte.
La naturaleza es sabia, decimos. No nos engañemos: el hombre también es naturaleza y la cocaína corroe las neuronas. Imaginemos un cableado eléctrico mal hecho. Si consumimos cocaína, nuestro cerebro acabará lleno de cortocircuitos que echarán chispas. Y no hay bomberos expertos en menesteres de apagar esos fuegos. Así que, más blancura para quitar cada vez más agujeros negros. Y se incrementa el infierno. Lo blanco, lo negro… Retroalimentación para huir de los problemas. Pescadilla que se muerde la cola. Cabezas que se van quedando sin cabeza. Un minuto de vida, muchos de muertes.
Pocos son los que la prueban y no repiten. La mayoría la adoran, le rinden pleitesía. Es su diosa y la necesitan.
Es un juego que juega malas pasadas. Los que dirigen el tinglado fabricando, traficando y blanqueando dinero, solamente son estiércol, aunque éste sirve para dar más vida y ellos dan el pasaporte hacia la muerte, mientras, tumbados en una hamaca, bebiendo una cerveza, contemplan lo bien que saben hacer negocios.
Con el tiempo, algunos seres humanos, ciegos y en la calle, mendigan con un cartel que dice: LA VOLUNTAD, por caridad.
Que no se engañe nadie. Los consumidores de cualquier tipo de droga están enfermos. No los llamemos viciosos, cayendo en la ignorancia. No importa que lleven traje o vayan desarrapados, tampoco que aparentemente cuiden su salud en las comidas o por el contrario sean anárquicos en la selección de alimentos . Su falta de control en el consumo de cualquier droga los domina. Y cuando algo domina y tiraniza, es muy difícil poder hacerle frente solo. Hay que pedir ayuda, aunque se sienta vergüenza de contar lo que sucede. De otra forma, la guadaña segará lo más maravilloso que se tiene: la vida.
G.M.G.

miércoles, 21 de abril de 2010

Necesita ayuda


Hace tiempo que sueña cansada
suplicando un milagro a la vida
y no escucha a su Yo que le grita
que de él no tendrá más caricias;
que no cierre los ojos y vea
que su amor se perdió en una esquina
y es inútil la espera de un cambio,
pues la lunas ya se multiplican
y dan paso a más frío en su piel
que se rompe y tirita.

Hoy, desprecios e insultos son vivos
y los miedos la agitan.
Han quedado olvidados sus besos,
ella es él y por él se marchita,
pero no tiene fuerzas y aguanta,
suplicando un milagro a la vida.

Si observamos dolor en sus ojos
o a su mapa el violeta lo ensucia,
no pasemos de largo callados:
NECESITA AYUDA.


Gloria Mateo

viernes, 9 de abril de 2010

Mañana, por la tarde...






























Recuérdame que llore mañana por la tarde,
cuando el sol no caliente mi carne acribillada
y el espejo me niegue su bondad.

Hoy soy yo todavía, rebelándome altiva,
la que busca anhelante caricias en las flores
de los jardines dulces.
La que sueña silencios
entre los brazos fuertes de la fantasía
y bebe de la lluvia.

Mañana, por la tarde
o tal vez otro día...


G.M.G.




miércoles, 7 de abril de 2010

Buscando a Mafalda



No quiero escuchar las noticias. Estos días nos dan el aperitivo con “Alí Babá y los 40 ladrones” y otras lindezas.
No soporto más ver políticos corruptos, y cómo se lanzan dardos envenenados, tanto desde una parte como desde la otra. Se enzarzan, se vapulean y al final, la casa sin barrer. Realmente es que ni siquiera han encontrado la escoba. Han olvidado la canción de “Si yo tuviera una escoba”. El problema es que no la encuentran o, mejor dicho, que no la buscan. Porque, mientras están divirtiéndose en el cuadrilátero del boxeo, a ver quién da los golpes más bajos que pueda hacer caer al enemigo, los españolitos de a pie, ya estamos KO desde hace mucho tiempo. Más tiempo del que saltó a la palestra la situación general a nivel mundial.

Aquí fuimos más listos: metimos las miserias durante unos meses debajo de la alfombra. Y ahora, cuando la hemos sacudido, salen hasta cucarachas. Estaban en nuestras narices, pero era mejor tenerlas a buen recaudo en las alcantarillas. Quizá se esperaba en las altas esferas ingenuamente que, por obra y gracia del Espíritu Santo, desaparecerían.

Y, mientras tanto, los unos y los otros que están en los púlpitos de los altares, aunque sólo sea por un tiempo, tienen sueldos sabrosos y el porvenir asegurado y no les faltará un plato de sopa roya.

Los pequeños autónomos malviven, están acribillados a impuestos y en muchas ocasiones tienen que cerrar, despidiendo a los poquitos trabajadores que podían mantener en plantilla.

Hablan de mil-euristas, cuando ni siquiera gran parte de la población llega a esa cantidad, si es que tiene el privilegio de tener trabajo, claro. Y si no tienes trabajo, no vayas a un banco porque no te van a dar crédito. Y no estés en números rojos que te sablean a intereses que tampoco puedes pagar: se nos zampará y quizá hasta terminemos algunos en la cárcel, que dentro de lo malo, nos dará de comer el Estado. Sobrevivir en estos tiempos, para los que carecen de trabajo y no disponen de familia que los arrope es exponerse diariamente al suicidio. El dolor y la angustia merman física y psicológicamente, van consumiendo lentamente y la cordura se pierde. Hay una desesperanza que baila al son que marca el diablo. ¿Cuántos diablos pululan por ahí? Demasiados. La canción del próximo verano se va a titular "El baile de la desesperanza".
Los que tienen posibles guardan debajo del colchón el dinero por si acaso…Así, el consumo se paraliza. Todo se paraliza. Hasta la sangre.

La tan elevada a los altares Ley de Dependencia vive en el sueño de los justos, al menos de momento en la mayoría de las comunidades. Llegan las ayudas cuando algunos han pasado a mejor vida. Se están matando moscas con el rabo. Es una manera muy sibilina de hacer limpieza poco a poco.

Cursos de formación para dar subvenciones a diferentes centros que aparentemente preparan para un trabajo. ¿Saldrá de debajo de las piedras?
Comedores sociales atiborrados. No pasa nada. La palabrita en cuestión (crisis), es global y nosotros no íbamos a ser menos.

Acaban de decirnos de nuevo la cifra de parados. Pronosticaban que estaría entre una horquilla de números: por los pelos han acertado.

Aparecen los salvadores espirituales que se aprovechan de su sagaz observación de nuestros rostros cariacontecidos y que te dicen que hay que ser positivos. Confunden lo que es ser positivo, con lo de ser optimista. Creer que por pensar que las cosas pueden salir bien, lo van a hacer. ¡Ilusos!

Pasa la vida: se destrozan familias por aquello de que “cuando el dinero sale por la puerta el amor se escapa por la ventana”; se agrian caracteres. Nos estamos adiestrando en la falta de valores ¿Valores? ¿Saben realmente los niños de hoy lo que representan ¿Qué es eso? ¿Será la Bolsa o simplemente al hablar del valor se imaginarán a Superman? ¿Hemos educado a nuestros hijos en el respeto, la disciplina y el cariño? Claro, ancha es Castilla: un niño que no percibe nada más que prisas, gritos, falta de respeto, aprende, aprende y aprende lo que ve, lo que oye y es muy probable que lo repita. Me duele la sociedad de mañana, aunque no sé si la veré.

“Clamé al cielo y no me oyó” y la desesperación nos confunde y la fe se pierde. No es que sólo nos acordemos de Santa Bárbara, cuando truena. Es que ahora el sol está nublado y el cielo es una traca continua.

Se dice que no tenemos que hablar de estercoleros. Pero es que nos han puesto en la puerta de la casa, en una caja de zapatos, las defecaciones de algunos para que sepamos cuál es nuestra condición.

Hace tiempo que todo me parece un circo. Pero, preferiría “Los payasos de la tele”.
Ya, Petra, se ha convertido en una criada que también está desempleada. Esta vez no lleva uniforme. Sólo va vestida con la cofia y vaqueros rotos, eso sí, no son de los de diseño. Ni la procesión de casa en casa pidiendo un poco de trabajo le da para comer. Y eso que se mueve, porque no le queda otra, en la economía sumergida. Hoy, Zipi y Zape ya no son dos niños traviesos. Son unos ladrones adictos al botellón que “chupan del frasco, Carrasco”. Hay muchos Carpantas debajo de los puentes que no tienen ni para un muslo de pollo. Mortadelo y Filemón han enfocado su agencia de información, porque les es más rentable, a capturar, entre otros, a los malos pagadores, a las separadas o separados que se quejan de lo paupérrimo de su economía y van como aves de rapiña en contra del otro.

No hay un Jabato con coraje, un Capitán Trueno que amedrente a tanto ladrón y sinvergüenza, ni la familia Cebolleta unida. Faltan demasiadas cosas y sobran tropecientas.

Me voy a poner a leer algún cuento de hadas o alguna novela de Corín Tellado de los de antes. Al menos, saldré de la vorágine de la realidad por unos momentos y sentiré que es sólo una pesadilla y que mañana tendré-tendremos un trabajo.

Quizá debería  venir Mafalda a poner orden y a dar unas cuantas lecciones de saber hacer. La estoy buscando. ¿Sabe alguien dónde encontrarla?



G.M.G



lunes, 5 de abril de 2010

Y despertó la mujer...



Me besaban tus ojos y huía a las penumbras,
porque había olvidado nubes de caramelo
de lejanos días.

Me cantaban canciones tus palabras doradas
y daban a mi vida esbozos de locura,
con desvarío dulce.

Me devolviste a mí de mi sueño apagado.
Y despertó la mujer...
G.M.G.

Más primaveras









La noche está pasando, va habiendo claridad.
Paseo por el campo:
un saltamontes viene y se queda muy quieto;
y las salamanquesas con su piel transparente,
me miran fijamente.
Las hormigas se ríen y me hacen cosquillas.
Huelo el olor a hierba.
Verdes de mil colores
compiten en belleza.
Los dientes de león, malvas y campanillas
aportan pinceladas de colores.
Un ababol bosteza
y yo desesperezo.

¡Me gustaría tanto que siguieras ahí
por tantas primaveras!
G.M.G.

domingo, 4 de abril de 2010

En el columpio


Se balanceaba, con la energía de sus 5 años, en un columpio de madera sujeto con dos cuerdas a la gruesa rama de una morera.
Su abuelo había conseguido la magia de que pudiera volar por unos momentos. Ella empujaba con su cuerpo hacia adelante, fuerte muy fuerte… Quería fundirse con el viento, sentirlo. Deseaba alcanzar las hojas más altas del árbol. Mezclarse con ellas. Se ponía de pie sobre la tabla ¡Todavía más difícil! Sí. Así se sentía grande. Capaz de comerse al mundo. Era suyo, le pertenecía.

Detrás, a su espalda, escuchaba el canto de una cigarra que habitaba, guarecida del calor del verano, en lo alto de una acacia. Era un sonido repetitivo, pero mágico. Parecía que quería acompañarla en sus vaivenes marcando un ritmo, mezclado también con el compás del agua clara de la acequia al acariciar las piedras del fondo y como notas semicorcheas, los “tejedores” que pululaban por su superficie. En las orillas, hebras de hierba fresca, danzaban acariciadas suavemente. Todos ellos configuraban la banda sonora de una película creada por el Hacedor de la naturaleza para la ocasión. Allí cerquita, una losa estratégicamente situada esperaba la hora de ser utilizada por alguien para ayudar a fregar alguna vajilla. Y como abrillantador de las “morreras” de las ollas, el barro, aquél con el que también hacía muñecos y los dejaba secar al sol. Olía a vida.

Pronto llegaría. Se escuchaba a lo lejos. El silbido era el chivato que lo delataba. Ya estaba cerca, muy cerca. La envolvería en su magia al pasar por delante. Tenía que prepararse. ¿Estaba guapa? ¿Se había puesto un vestido bonito? ¿Y su sonrisa? No debía descuidar ningún detalle.
Entonces se sentía como una protagonista, la más grande, subida a un escenario. Sí, porque iba a tener muchos espectadores. Daba igual el poco rato que la vieran, pero serían muy importantes. Y, desde su pequeña estatura de niña, les haría sentir que existía. ¡Estoy aquí! ¡Soy yo! Ellos la mirarían a través de los cristales medianamente bajados de los vagones del tren de madera. Algunos sonreirían. Otros, se asomarían y la saludarían.
Qué bien vivía esos momentos .Cómo era feliz… Cuántos rostros pasaban por delante de aquellos ojos pardos amparados bajo la sombra de la morera…

Escribía sus propios guiones. Cada día uno. Los improvisaba. Y se superaba. El siguiente lo inventaría mucho más hermoso. Eran suyos, le pertenecían y formaba parte de ellos, aunque sólo fuera por unos minutos demasiado breves y efímeros. Por eso los vivía intensamente. Se le difuminarían enseguida y desaparecerían en la lejanía con destino desconocido. Pero no importaba, habría más. Siempre habría más. Su imaginación no tenía límites.

No sabe cuándo acabó de de crear historias. Aunque, sí, sí lo recuerda: con el transcurrir del tiempo, pasaron trenes, demasiados. Y siempre de largo. Los sonidos eran cada vez más lejanos y ninguno se detenía. Acaso, sólo alguno por breve tiempo.
El columpio se lo llevó un ladrón de guante blanco, la cigarra dejó de cantar y se marchó a formar parte de otras bandas sonoras, el agua arañó las piedras destruyéndolas igual que hizo con la losa y el barro, los “tejedores” se asfixiaron y a las hierbas de las orillas las mataron los herbicidas. La sinfonía enmudeció.

Por eso guarda llenos de polvo, en un rincón, los “cortos” atrapados en las cintas más antiguas de su memoria. Por eso los tiene bien escondidos: son los guiones más valiosos de su vida.

G.M.G.

Era mi padre



“Tenía unos grandes ojos negros y unas pestañas muy largas. Era el más guapo de todos los hermanos”. Así me describía a mi padre, el otro día, una prima, a la que su madre, mi tía y hermana de él, le había contado cómo era.

Veinticinco años. Una caída de la máquina del tren que conducía le golpeó con un derrame interno en las entrañas: las de su propia vida. No le quedó tiempo apenas de ser el maquinista de su recorrido. Latió poco su juventud. No tuvo tregua. No se le indultó. Y se fue hacia la nada con nada de equipaje. Sólo un lugar en una esquina de una pared de un cementerio, que se divisa desde las afueras del pueblo, contendrá o no aún sus restos. El tiempo es inclemente. Las mentes de muchos, más.

No lo conocí. No supe nunca lo que significa tener un padre, pero sí supe de su falta. El cariño, la comunicación y la disciplina, pilares básicos para que un hijo no pierda su Norte, me fueron donados por mis tíos. No me puedo quejar, fui privilegiada. Pero a él no lo vi, ni siquiera en foto. Luego, sólo una y de perfil, me mostró cómo era físicamente. Se aferraba a una barandilla, quizá previendo lo efímero de su futuro. No hubo fuerza que lo contuviera aquí. Es lo único que tengo, junto a su cartilla del servicio militar, una carta y una postal escritas de su puño y letra a alguien. Todas están viejas y el paso de los años han dejado su huella amarillenta. Aún así, trato de buscarle un parecido con mi hijo. Es lo que hace la ilusión…

A su nieto le he contado lo que sé. No es mucho. No lo invento. No le digo que era bueno, déspota, autoritario o cariñoso, porque no lo sé. Sería engañarle. Pero, al menos, su recuerdo no morirá conmigo.

Estos días he leído su partida de defunción: un 28 de Septiembre. No lo sabía. Nunca me lo dijeron. Quizá quisieron dejarlo en el olvido por el propio dolor que podría evocar. Pero ha ocurrido. Justo cuando se está a punto de cumplir eso que llaman aniversario de un fallecimiento. Me he quedado un buen rato pensando, acariciando el papel doblado en cuatro, en cómo la vida puede matar viviendo de un zarpazo, en lugar de permitir esa cadencia en la decadencia.

Es difícil sentir algo hacia alguien a quien no has conocido. Pero es más difícil aún si nadie te ha contado mucho sobre cómo fue, cómo pensaba, cómo quería…Sin embargo, sé que fue, que existió y la vida lo mató viviendo la energía de la juventud. Me hubiera gustado tanto el haberme podido agarrar de niña a su pantalón, y haber pronunciado la palabra “papá”…

Se idealiza lo que no se tiene. Se sueña con aquello que se quiere alcanzar. Por eso nunca he querido soñar demasiado, ni con las cosas ni con las personas. Un instante, un momento: es lo único que hay, es lo que tengo.

Suena a lo lejos un tren. Se divisa lo que creo que es la máquina, porque va al principio y casi no se diferencia del resto. Ya no tiene el color del azabache. No se ve al maquinista por la velocidad de vértigo que alcanza. No da tiempo de levantar la mano para despedirse de nadie. Pasa como un suspiro. Pero lo imagino…lo imagino a él y siempre lo despido. Aunque nunca haya venido a la estación donde yo lo esperaba.

“Tenía unos grandes ojos negros y unas pestañas muy largas. Era el más guapo de todos los hermanos”. Era mi padre.

G.M.G.