La estupidez humana no tiene parangón. El color de la
piel política nos condiciona tanto que traspasamos los límites de la cordura que sí nos muestra la propia naturaleza. Esa
piel, cuando toma decisiones que destrozan el medio ambiente, se convierte en
tarquín maloliente, incapaz de prometer el nacimiento de algo que merezca la
pena. Ya no tiene color, ya no es piel, es simplemente muerte. Da igual que sea
de derechas, de izquierdas o de medio lado.
Hoy, desde el más allá de la tristeza, nos envían sus
lamentos y la súplica de perdón por haber crecido los árboles que han sido
arrancados del parque de Morés (Zaragoza), porque ya no pueden proporcionarnos
sombra, serenidad y vida. Ellos piden disculpas a sus verdugos por el hecho de haber querido seguir siendo
eso: árboles
En Morés doblan las campanas sin que nada ni nadie las
ponga en funcionamiento. Es la propia naturaleza la que repica a requiem por un
parque de árboles arrancados de cuajo por las vísceras de los seres humanos”.
Seguramente, nosotros,
estúpidos, seguiremos sordos.
G. M.