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Gloria Mateo Grima





miércoles, 31 de diciembre de 2014

EMILIO JOSE - AMOR SE ESCRIBE CON LLANTO


G.M.G.

sábado, 27 de diciembre de 2014

La guardia el mundo tras el cristal



G.M.G.

domingo, 14 de diciembre de 2014

RAPHAEL 50 GRANDES EXITOS the best of the best - - MIX




Gloria Mateo Grima

Dúo Dinámico 'Concierto 50 Aniversario', Zaragoza (España) HD -1-



Gloria Mateo Grima

Dúo Dinámico cantan LA PLAGA del 'Concierto 50 Aniversario', Zaragoza (E...



Gloria Mateo Grima

Que la magia aparezca siempre que la queráis crear.








Aunque no soy amiga de convencionalismos, ni de parafernalias en rebaño, sé que a todos nos gusta disfrutar de momentos agradables, solos o en compañía de los que queremos de verdad, sin dobleces. Os deseo, pues, que la magia, además de en la navidad, aparezca siempre que la queráis   crear.  No importa cuándo ni cómo.  Cerrad los ojos e intentadlo. Nunca tendréis ausencias ni carencias.
¡Seguro que lo conseguís! 


Un abrazo de 


Gloria Mateo Grima


miércoles, 10 de diciembre de 2014

Investigación sobre el Tipo de apego recibido en la infancia e incidencia de los roles de género relacionados con la violencia a la pareja Gloria Mateo Grima. (Otro informe vital)



Aquí dejo expuesto otro de los casos de Violencia de Género, recogidos en la investigación que llevé a cabo en el Centro Penitenciario de Zuera (Zaragoza).

¡Ojalá se tomen medidas efectivas en todos los ámbitos!
La educación que reciben nuestros hijos e hijas en el seno de la familia (microcontexto) es muy importante. No lo olvidemos.
Los que quieran y tengan tiempo de leer la investigación entera pueden entrar en www.zaragoza-ciudad.com/gloriamateo


Muchas gracias.





¡No consigo explicarme por qué la maté!

Con esta exclamación se dirigió a mí este interno, también condenado por un delito de Violencia de Género.
Con expresión de tristeza en el rostro y muchas ganas de participar en la investigación en el momento en el que se lo propuse, me dijo, incluso, que no le importaría que figurara en ella su nombre y apellidos, ya que en su día todo lo acaecido se divulgó en la prensa.
Le hice saber que el estudio era totalmente anónimo y le agradecí, no obstante, su ofrecimiento.

-Éramos ocho hermanos y creo que mi madre por lo menos tuvo cuatro abortos. Se dedicaba a tener hijos como las conejas…
¡He pasado mucha hambre, mucha! Llevo hasta un tiro de una bala perdida que me llegó cuando estaba en brazos de mi madre, durante la guerra civil. Me dijo que trató de cobijarme para que no me dañara nada, pero no pudo evitarlo. Me quiso mucho y me lo demostraba cuando podía, que no era siempre. Pero yo la quería más, mucho más, infinitamente más que ella a mí...

-Recuerdo que yo le tenía mucho miedo a mi padre. No era respeto, sino miedo, verdadero miedo. Simplemente, el ser el más pequeño de los hermanos hacía que me llevaba todas las palizas por lo que pudieran haber hecho los otros. Enseguida me acusaban a mí de la fechoría, aunque no hubiera sido el culpable. Recibí palos con la vara y con la hebilla de la correa de mi padre. Eso sí, siempre me pegaba dentro de la casa. No quería que se enterara nadie.

-¿Qué quiere que le diga? Pues sí, quizá fui el niño más consentido de todos mis hermanos, por un lado, pero al que más han castigado, por otro. Mi madre no era capaz de evitar el que yo recibiera el castigo. Siempre sumisa a lo que decía mi padre... 

-Pero es que era otra época. Ahora la mujer ya no es así, ya no obedece al marido. Ya ve mi caso…

-Vivíamos de lo que podíamos y hubo más de un día en el que no entró ningún alimento a mi boca. ¡Fueron muy malos tiempos!
Creo que mi padre se ocupaba de nosotros, pero a su manera.
Sinceramente, de mí se acordaba poco, sólo para darme palos…

-Apenas lo vi discutir con mi madre, pero también es verdad que ambos trabajaban en lo que podían y casi no se veían, salvo para el sexo, claro. Si salía curro en la agricultura, pues la agricultura, si lo que se presentaba era trabajar en otra cosa, pues otra cosa. 
No paraban… No podían, si querían que hubiera algo de comer.

-Yo buscaba desesperadamente el cariño de ellos dos y me aferraba a las faldas de mi madre o a los pantalones de mi padre pidiendo una caricia. Necesitaba que me prestaran atención, que se dieran cuenta de que existía. Necesitaba besos. De vez en cuando me los daba mi madre.  Mi padre muy pocas veces.

-Aún tengo en la memoria muy grabada una imagen: me veo a mí mismo suplicando cariño, como un perrillo. No me importaba si me tenía que rebajar. Hacía lo que fuera necesario para que me quisieran. ¿Por qué me pasaría…?
-Crecí muy delgado, como decimos aquí, casi “escuchimizado”. ¡Claro, no comía! Y lo poco que había se repartía. A veces, iba a pedir limosna a las gentes del pueblo que sabía que tenían una situación económica mejor que la nuestra. Por lo general me daban pan y me atrevía a pellizcarlo y a meterme un pedazo a la boca. Solo un pedazo. Cuando llegaba a casa, mis hermanos mayores me lo arrebataban de las manos. Era yo el que pedía, pero no porque me lo mandaran, sino por hambre y por deseos de que se valorara. A veces, me quedaba sin nada. Todo se lo habían comido los demás.

-No guardo buen recuerdo de mi niñez, sinceramente, fue muy mala y con muchas carencias de todo. Yo trataba de “dejarme ver” un poco al ser el pequeño, pero ni siquiera así…

-Pronto comencé a trabajar. Tuve la suerte, después de estar unos dos años en una empresa, de pasar a otra en la que gané bastante dinero. Eso sí, “echaba” muchas horas”. Salía por la mañana y regresaba a las 10 de la noche. Me tenía que llevar la comida. En ese tiempo conocí a la que fue mi mujer. Fuimos novios durante varios años. Como se estilaba entonces. Nada de irse a vivir juntos. Nada de tener relaciones sexuales. Unos besos de vez en cuando y a guardar el respeto de llegar a casa cuando nos decían.

-Por aquel entonces ella ya tenía un carácter muy raro, pero no le di importancia. La quería mucho y nos casamos. Quizá ahora me cuestiono si realmente era amor lo que sentía o si seguía con ella porque me daba una brizna de cariño. Ha sido la única mujer en mi vida y me equivoqué.

-Mire, no puedo quejarme de cómo fue mi esposa. Cocinaba bien, fue buena madre, pero nunca pude tener una conversación con ella como la estoy teniendo ahora con usted. Sin embargo, cuando llegaban a casa sus familiares y, sobre todo, si yo no estaba delante, era cuando se desahogaba. Conmigo nunca tuvo esa confianza.

-Siempre odió a mi familia. Por el contrario yo tenía que hacer en muchas ocasiones de chófer para la suya. Si no lo hacía, no me hablaba durante mucho tiempo y luego explotaba sin permitir que diera mi opinión. ¡Me lo ha hecho pasar muy mal, pero que muy mal! 

-Mi mujer padecía de los nervios, tenía depresiones. El médico decía que aquello le venía de familia. No sé…

-¡No la vi llorar nunca! A veces, sí que estaba algo triste, sí, pero lo más común eran sus explosiones de cólera, cuando algo no se hacía como quería y yo discrepaba en sus argumentos. Tomaba unas pastillas que le recetó su médico y cuando se notaba peor aumentaba la dosis sin consultárselo. Iba a su aire…

-Me he pasado la vida aguantando y soportando sus ataques de ira.

-¡Hasta para tener relaciones sexuales con ella me las veía y me las deseaba! Siempre suplicándole porque nunca tenía un poco de tiempo para nuestra intimidad, Decía que no se encontraba bien o que estaba muy cansada.

-Desde que me jubilé y buscando que mi mujer se encontrara en las menores ocasiones posibles nerviosa o agotada, yo hacía toda la limpieza de la casa e, incluso, iba comprar, pero la comida sí que la preparaba ella. El desayuno no, que me encargaba yo e, incluso, cuando la veía más alterada, se lo llevaba a la cama, aunque nunca estaba contenta por mis detalles. Siempre despotricaba por todo.

-No he tenido amigos, bueno…no hemos tenido. Mi esposa no quería que yo hablara con nadie ni que saliera por ahí.  Ha sido una mujer muy posesiva, demasiado, y yo callaba y callaba... Así siempre… aguantando y conteniéndome. Si en algún momento, por casualidad, alguno de los vecinos me invitaba a tomar un café, cuando apenas había pasado un rato con él, me llamaba desde el balcón para que subiera, porque decía que la dejaba sola.

-Aquella tarde habíamos salido a dar un paseo. En cierto modo lo propuse yo porque la vi demasiado intranquila. Ya se había tomado dos pastillas por la mañana y otras dos al mediodía, cuando realmente su dosis era una por la mañana y otra por la noche. Todo el paseo fue un infierno. Comenzó a meterse con mi familia, como lo hacía siempre. Yo apretaba los puños y callaba. Me estaba arrepintiendo de haberle propuesto el dichoso paseo. 
Cuando llegamos a casa, amablemente, pero ya muy soliviantado, le dije que se acostara y así lo hizo. Le llevé a la habitación un vaso de leche con miel y otras dos pastillas que le propuse tomar y que accedió a tomárselas porque me dijo que se sentía muy nerviosa.

-¿Llevaba intención de hacer algo para matarla? Creo que no. Sé que me sentía al borde del precipicio y que ya no podía aguantar más. No recuerdo muy bien qué es lo que pasó por mi cabeza.
¡Nunca he matado ni a una mosca! No sé qué me ocurrió. Sinceramente no lo recuerdo. Bajé a por un cuchillo que llevaba en el coche para imprevistos en mis salidas al campo, y volví a subir al piso. Entré en la habitación silenciosamente… ¡Sucedió!
Después… me desesperé y traté de serenarme. ¡Hasta me puse a ver la tele un rato…! Luego, llamé a la policía…Cuando llegaron los estaba esperando y les conté lo que había ocurrido. Uno de los agentes, mirándome atónito, me dijo que no se creía lo que le estaba contando. Pero así fue. No le mentí. ¡Jamás he mentido!

-¡Me he arrepentido muchas veces, muchas!, porque la he querido con locura. Ha sido la única mujer que ha existido en mi vida después de mi madre. Y como ya le he dicho, quizá me centré en ella y no vi, antes de casarme, que había más mujeres a mi alrededor. Simplemente buscaba cariño y parecía que ella, al menos al principio, me lo daba.

-Mi esposa, no es porque lo diga yo, sino que toda la gente lo ha visto, ha vivido como una reina. La he colmado de regalos. Era la administradora de lo que yo ganaba y sólo me daba una asignación para mis pocos gastos, dinero que, incluso, ahorraba para comprarle cosas a ella. Tenía el control sobre todo. Tengo que decir en su favor que nunca fue una mujer gastadora y que para que se comprara un vestido, a veces tenía que proponérselo yo, porque le dolía el gastar.

-Pero sí… creo que aquel día ya no pude más. Quizá fue la gota que agotó mi paciencia y me salió la rabia que tanto tiempo había contenido.

-Siempre he vivido ninguneado, siempre he sido el último en todo, el menos apreciado, el que apenas se notaba que existía, el arguellado… 


Con semblante de tristeza, como ya he referido antes, al entrar en el despacho, lo primero que me preguntó, mirando a su alrededor, fue que si notaba que todo estaba limpio. Al decirle que sí, me dijo que él se encargaba de hacer la limpieza todos los días y que se sentía bien cuando la gente reconocía que se había esmerado en hacerla.
Era evidente que en su infancia tuvo que hacer muchos esfuerzos para que se percataran de su existencia y, como bien expresó él mismo, demandó cariño a todas horas, tanto a su padre como a su madre, no siendo siempre atendido. Esas ansias de ser querido han sido una constante en su vida.
No habló apenas del amor de su mujer hacia él. Comentó que cuando ésta se quedaba embarazada le armaba muchos escándalos, porque no quería hijos, aunque luego los aceptara.
Simplemente aludió a que se casó queriéndola, pero que ya de novios ella tenía el carácter iracundo. No obstante cuando más se le agrió fue cuando les nació el primer hijo y pocos años más tarde murió por una infección intestinal. A partir de entonces, su convivencia se hizo insostenible.
Hizo mucho hincapié en lo referente a la sexualidad, a lo que él denominaba “expresión de amor” en la pareja. Dijo que ella nunca estaba receptiva y, por el contrario, sí muy esquiva y sin deseos.

Cuando le pregunté que si no le pasó por la cabeza el separarse, me dijo que no, que era su mujer y se había casado con ella para siempre, hasta que la muerte los separara.
Y la muerte los separó.

Relató que el diálogo por parte de ambos no existía y que sus conversaciones eran totalmente triviales, salvo cuando ella se metía con su familia. A pesar de todo, en aquellos casos él jamás le contestaba con exabruptos, sino que trataba de ser conciliador y hacerle ver las cosas. No obstante, reconoció que ya últimamente no podía soportarla de ninguna manera. 

Añadió que sus hijos no se habían puesto de su lado, desde lo que ocurrió. Así que en el cómputo de toda su vida, de lo único que estaba orgulloso era de cómo desempeñó siempre su trabajo en la misma empresa durante muchos años. Hizo hincapié en las veces que lo llamaban de madrugada porque se había estropeado una máquina que sólo él sabía arreglar y no tenía ninguna pereza en presentarse fuera la hora que fuera.
También me dijo que cuando cobraba el peculio, ahora en la prisión, gran parte de su dinero lo invertía en pagarles un café a muchos de los reclusos del módulo. Añadió que el día que por lo que fuere se quedaba sin dinero enseguida todos aquellos que en un principio estaban como “moscones” y fingiendo que eran amigos lo insultaban si no los invitaba.

Durante toda su exposición buscó continuamente la aprobación por mi parte de las palabras que pronunciaba, como poniendo en duda que yo les pudiera dar credibilidad. Su inseguridad, a pesar de su edad (más de 70), seguía siendo manifiesta.
Dejó muy claro el que a estas alturas de su vida no iba a cambiar y admitió que en la relación que mantuvo con su esposa hubo siempre una dualidad entre el amor y el odio porque no era correspondido en la misma medida.

Aunque no sufrió un abandono por parte de ella físicamente, si que se sintió solo afectivamente y no correspondido. Sin embargo, el cariño que demandó durante toda su vida con ansiedad e, incluso, humillándose, nunca lo logró, consiguiendo, paradójicamente, lo contrario.

Obsesionado todavía en conseguir afectos, confesó que al entrar en la cárcel, después de los hechos, había iniciado una nueva relación y se sentía ilusionado porque era correspondido.

Como se puede deducir toda su vida anduvo desesperado buscando un pellizco de cariño. Quería que se dieran cuenta de su existencia. 
Fue y sigue siendo un hombre con muy baja autoestima y siempre se ha sentido no querido como él hubiera deseado.

Probablemente, a partir de ahora, si no pide ayuda psicológica, seguirá en la misma dinámica con la nueva relación.

El sentimiento de inferioridad, la dependencia y baja autoestima que fue incubando a lo largo de su vida, junto con la rabia contenida y una indignación en aumento, despertaron en él al monstruo maltratador que buscó venganza. Iba acumulando la pólvora y en un momento determinado se encendió la mecha.

Me repitió muchas veces que nunca quiso acabar con la vida de su esposa. Pero también expresó que se sintió liberado de algo que siempre lo había encarcelado. 

Manifestó que antes tenía mucha más prisión que la que estaba viviendo ahora.

El Apego que recibió en la infancia fue el ambivalente. Su madre lo atendía, pero en pocas ocasiones. Al menos él las consideraba insuficientes. Aseguró muy marcadamente y mordiendo las palabras, que él la quería más y por eso buscaba constantemente su cariño, incluso pidiendo limosna para que ella no se preocupara si no llegaba con lo que tenían. A cambio, él se hacía más merecedor de su atención.

En su matrimonio no hubo ningún proyectil del que su progenitora lo guareciera sin éxito como antaño, a pesar de los esfuerzos, pero sí que se sintió herido y acribillado por la indiferencia de su esposa y de ésta nadie lo protegió. 




Gloria Mateo Grima

martes, 2 de diciembre de 2014

La canción mas hermosa de la música clásica - Albinoni - Adagio in G Minor



Gloria Mateo Grima

el sonido del silencio instrumental.



Gloria Mateo Grima