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Gloria Mateo Grima





domingo, 12 de agosto de 2012

Ricardo Igea--Muchacho Mochila - Ese loco poeta




Hace unos años: un  tren nocturno dirección Madrid-Zaragoza. Iba sola en un departamento, con la única compañía de mis apuntes de Psicología y un libro de Stephen King para entretener el trayecto, perdiéndome en los misterios y oscuridades del autor, que tanto me gustaban y que me mecerían el cansancio del día. 
De pronto, un chico asomó la cabeza por la puerta y me dijo que si podía pasar. Lo miré y le contesté que sí. Con  disimulo lo escudriñé: aspecto bohemio, pelo moreno y algo largo, delgado y con dejadez en el vestir pero preñada de una elegancia interior. Estaba claro: podía confiar en él, aunque fuéramos los dos solos. Confieso que nunca he sentido miedo de extraños. Él más joven, yo más mayor; él, sin embargo, quizá con muchas más experiencias de vida que las mías, a pesar de mi edad.
Podría resultar un trayecto agradable. Al menos, tenía mejores vistas que las de la oscuridad que dejaban pasar los cristales de las ventanillas. Porque lo iba a mirar, ¡ya lo creo que lo miraría! No se encuentra una con alguien interesante muy a menudo y teniéndolo tan cerca. ¡Muy interesante, sí señor!

Primero... silencio. 
No sé quién cortó el hielo. Probablemente él, al pedirme permiso para fumar. Le alegué que era departamento de no fumadores. Argumentó que su asiento, en otro vagón, iba ocupado y que deambuló como pudo hasta encontrar un lugar donde poder sentarse.  El tren iba abarrotado de inmigrantes. Asentí a su petición.  Yo no fumo y los extrasístoles de mi corazón me avisaron, con unos "tantanes" revoltosos, de que iban a seguir el mismo traqueteo del tren. No era un AVE, era casi una tartana. 
No sé cómo comenzó el diálogo; tampoco sé cómo discurrió la conversación, pero me dijo que él era cantante y que componía las letras y música de sus canciones. 
Me dio su nombre. Sinceramente, yo no lo conocía, pero reconozco que por una serie de circunstancias me había hecho forastera de la actualidad. Le confesé que a mí también me gustaba escribir. Tuvimos un pequeño combate verbal de cómo nos inspirábamos ambos al buscar el baile de las palabras que nos surgían del hemisferio derecho. 
Los dos, en cierto modo, malabaristas del verbo. Él, camino de ser alguien. Yo...yo no sabía qué me depararía la vida.

Cuando llegamos a Zaragoza, lo recogió su madre con el coche. A mí no me recogió nadie, salvo el sueño y un puñetero dolor de cabeza que me costó barrer posteriormente con aspirinas. 

Poco tiempo después, al lado de mi casa, vi unos carteles que anunciaban una actuación musical. En ellos, un chico vestido de blanco, elegante, sentado en unas escaleras. Parecía un dios. ¡Preciosa fotografía!  
Era él: RICARDO IGEA. 

Una, que no es de piedra, sintió el acelerador en el corazón de nuevo. 
A ese "bandidazo" atractivo, curiosamente le dije "SÍ" por dos veces. Creo que no se lo he dicho a ningún hombre.

Había compartido viaje con un poeta, cantante y, además, guapo. ¡Eso no ocurre todos los días!

Ahora, que lo he vuelto a localizar por la red, quiero desearle que triunfe. 

¡SE LO MERECE!



(Un abrazo, "feo doble")


Gloria Mateo Grima