Autora

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Gloria Mateo Grima





lunes, 20 de diciembre de 2010

No sé cuándo será...ni si será siquiera...


No sé cuándo será, no sé en qué tiempo,
ni si será siquiera,
cuando resurja el sol tras la neblina
como un espadachín que venza
al malvado del tiempo que ha pasado.


Mientras tanto:
chabolos en el alma, compartimentos sórdidos,
carceleros de alas de mariposa,
que pisan cualquier sueño
desde la embriaguez de muchas borracheras
de noches sin luz.

No sé cuándo será, no sé en qué tiempo,
ni si será siquiera,
el roce de alguna melodía sin estridencias.


G.M.G.
.



Y así vamos los dos...





Y vamos caminando hacia el futuro,

mis sueños en tus sueños,

navegando....

Es mucho más hermoso el amor,

es más pausado.

Con la serenidad del agua que ha fluido

y que se ha detenido en un remanso,

con la sinceridad que muestra el tiempo

y la experiencia de los años.

Con esa sed de que brillen los ojos

en los que nos miramos.

Así vamos los dos,

sin prisas,

sólo galopa el corazón.

Ya ves, nos ha bastado

el roce de las manos.


G.M.G.

Vestida de luna





No quería que asfixiaran sus sueños. La vida había sido poco generosa pero ella todavía la retaba. ¡¿Qué se había creído?! Aún le quedaba algo de desafío. Sin embargo, no eran tantos los momentos en los que se rebelaba. La mochila iba más llena de guijarros afilados que de guantes de seda. Como seguramente o más estaría la de muchos. Pero aún quedaban huecos que hacían que no se quedara pasiva y saliera al encuentro de sensaciones. Dentro de sus posibilidades, seleccionaría las más ricas: las que pudieran sacarle una sonrisa de complacencia.

Por eso esperaba la noche. Aunque el día estuviera plagado de voces a su alrededor ocultaban soledad y silencios, de la misma manera como envuelven las penumbras, cuando aparentemente sólo se contempla la luz de la luna y es escucha levemente el latir del corazón.

Las primeras horas de la noche extendían su embrujo y las buscaba.

No tenía mucho tiempo. Morfeo la vencería pronto. Siempre había sido como las alondras, aunque tuviera ojos de búho. Era necesario, pues, aprovechar. Así que se dejó caer sobre la cama y cerró los ojos. No, no dormía. Simplemente se dejaba llevar por la imaginación. Comenzaba a vivir. Era la hora mágica. Pero no la de cenicienta. Ya no tenía los 18 años y quizá había perdido demasiados zapatos sin ningún príncipe que los encontrara o con alguno que los había utilizado como armas arrojadizas.


Y se vio pisando un escenario, con tacones finos y un traje elegante. Coqueta, risueña y firme. Tenía dominio y seguridad. Era la protagonista de aquella obra. Su voz resonaba sin necesidad de micrófono. Se hizo el silencio. No tuvo que ensayar el papel. Se lo sabía porque era ella misma. Empezó a hablar sola, pero no era un monólogo. Todo su discurso iba dirigido a alguien invisible que la escuchaba. Al final, después de palabras a veces suaves y otras enérgicas, su mano se alargó acariciando el aire. Era la ternura de una despedida hacia un rostro y el agradecimiento por un cariño. Una mueca de complicidad y de ternura. Finalizó la actuación.

Salió del escenario. Rápidamente se despojó del traje con el que había interpretado la función y se dirigió a un estudio de radio. Se acomodó los cascos y escuchó la música que la volvía a introducir, de nuevo, en un mundo mágico.
Comenzaba el programa, Silencio. El piloto rojo indicaba que estaba en el aire. La respiración contenida. Y su voz, acompañada de gestos que los escuchantes no veían, contestaba a las preguntas que le hacían al otro lado a veces preñadas de tristeza y de miserias e injusticias. En definitiva, de cuerpos que escuchaban también el desgarro de su interior. Sólo era media hora. Pero intensamente vivida. ¿Habría hecho brotar algún manantial de serenidad? No lo sabía, pero lo deseaba.

De nuevo corrió por el pasillo, esta vez tenía que llegar al estudio de cine en el que interpretaba un papel secundario. Ya no podía hacer de jovencita que cautivaba al más atractivo del guión. Se maquilló y se metió en el alma del personaje que le habían asignado. Aunque es cierto que le permitieron elegir. Todo lo permitían. Lloraba, reía y, sobre todo, se sentía plena.

Luego cogió su maletín lleno de técnicas de sosiego y energía. Tenía que hacer un último papel. Quizá el más difícil. El que la llevaba a los bajos fondos de los que necesitan un poco de calor en algunas escarchas parásitas que no se derretían. Tal vez debido a sinsabores y falta de afectos en sus infancias. Demasiadas circunstancias vividas como desfavorables habían surcado sus vidas de cicatrices profundas o mal cerradas que se abrían en carne viva.

Siempre la habían tachado de mujer dura, pero no le importaba. Los que la conocían sabían bien que era cálida y traviesa. A pesar de su voz casi autoritaria (hacía honor a los de su tierra), era como una niña que busca guiños de complicidad. Era conocedora de que esa dureza aparente no significaba nada más que el vestido de batalla. Ése que tenía que llevar por el día, porque si no los depredadores le darían zarpazos y la destrozarían. Alguien que la conoció muy bien, el director de su máster, le dijo que era como un gato que de día tenía que subirse a su tejado por un tiempo. Al menos por el tiempo que durara el peligro. Si bajaba, los depredadores se la comerían. Y tenía razón. Sí, señor Aguado, usted tenía razón, como siempre. Igual que cuando le decía que estaba falta de arrumacos. Lo malo es que ese tiempo se está dilatado demasiado.

Se acercaba el momento. Ya la llamaban a su puerta con unos golpes pesados.

Estaba feliz, pero extenuada. Demasiadas sensaciones y emociones vividas…Sin embargo, merecían la pena.

Por aquella jornada, ya había tenido bastante. Era una dosis de ensueño antes de que las cortinas de sus pestañas indicaran que el sueño la rendía.

La noche siguiente, y la otra y la otra, se volvería a burlar de la vida viviendo muchas otras con su imaginación. Aquellas que elegía porque le gustaban, porque era ella misma.

¡Chisssssss!, no la despierten. Tiene que descansar en la noche. A la siguiente debe despojarse de nuevo de su vestimenta de batalla, bajar del tejado y volver a ponerse el hermoso vestido de luna que alguien le regaló con un soplo, quizá cuando bebió la primera bocanada de aire para volver a vivir.
G.M.G.

Relato: "El rubio"






Entró por el portón a la plaza del pueblo en fiestas y buscó a su grupo de amigas pero no las encontró. Ya llegarían. Siempre lo hacían.

La gente bailaba al son de la música. Luces y guirnaldas vestían de destellos especiales la noche de Morés, en la ribera del Jalón. Al fondo, un grupo de “maletillas” departía amigablemente, entre risas, mirando a las chicas. Eran los que buscarían, tras un pase a una vaquilla, unas pesetas para poder seguir su rumbo hacia oportunidades de ser toreros, durmiendo en los pajares y lavándose la ropa en los lavaderos.

Sintió su mirada y los dos supieron desde ese momento que algo especial les estaba sucediendo. Era rubio y con el pelo rizado. Nada que ver con el perfil de los demás compañeros de fatigas. Con un ligero parecido a Paul Newman.

Se levantó del pilón en el que permanecía sentado, separado un poco de los demás y fue hacia ella. La invitó a bailar y la cogió suavemente de la mano. No hubo palabras de asentimiento, no fueron necesarias; simplemente percibieron los dos el contacto acariclante del roce de sus mejillas . La respiración contenida y, sólo, de vez en cuando, separaban sus caras para mirarse. Todo se lo decían sin decir. Era la magia de una noche de Mayo. Dos sentimientos al mismo compás

Al día siguiente, por la tarde, las vaquillas placeadas iban haciendo acto de presencia de una en una en la plaza. Desde una especie de burladero que habían preparado en la puerta de la casa de sus abuelos paternos, contemplaba como él, con buenas maneras, daba unos capotazos y después la buscaba con la mirada satisfecho. Nada más que decir, ya estaba todo dicho.

Acabaron las fiestas. Ella volvió a la ciudad y él se marchó. No se dieron ninguna dirección.


Una mañana, poco tiempo después, sonó el timbre de su casa, en Zaragoza. Era él. Después de marcharse del pueblo donde se conocieron,  al volver de su viaje a Madrid donde se marchó en su deambular, decidió buscarla. Alguien le dijo dónde podría encontrarla.
Se vieron y hablaron. Le comentó que al escuchar la canción de 'Anduriña" se acordaba de ella.


A partir de entonces, intercambiaron encuentros,  cartas tarjetas: “Mañana toreo un novillo en Estella y me han cogido tanto cariño esta gente que me quedaré aquí por unos días, pero estoy deseando de volver a verte. Te quiero”

Los encuentros rezumaban ternura y la pasión limpia de aquellos tiempos. Lo escuchaba rasgueando una guitarra en algún atardecer de un verano. No era un maletilla al uso. Tenía clase, era una persona culta. Se llamaba Jesús y sus compañeros, al referirse a él le decían "Rubio". Nunca habló de su familia. Sólo que procedía de Murcia.


Aquel mundo alternativo de escapadas para verse, aquellos ojos que un día se fundieron para ser unos, se fueron disipando como se escapa entre los dedos el agua clara que se quiere beber a borbotones cuando acucia la sed.

El tiempo, ese traicionero, se llevó demasiadas fiestas con ausencias de ambos. Ella lo buscó, preguntó por él pueblo y en el mundillo torero. Sí, ha vuelto a su tierra, le dijeron. Fue a hacer la mili en Aviación.


Y en las noches, cuando su cuerpo siente el deseo de una piel junto a la suya para fundirse en ella, ha tenido muchos hijos de él con su pensamiento. De vez en cuando sueña y se pregunta qué habrá sido de su vida.

Es mejor así -se dice como consuelo-. Quizá si lo supiera, se perdería todo lo hermoso que guarda de los instantes del que había sido su gran amor.



Glory Mateo G.
(Él la llamaba Glory)


"Manuela" (Dedicado a la mujer que más influyó en mi vida: mi abuela"





Cazuelas del color del odio,

delantales con brío de aire,

suelos hartos de ti.



Y tú.....

frotas la furia,

lees ensueños,

miras espejos

tan viejos.....

G.M.G.

domingo, 19 de diciembre de 2010

"Y después, simplemente, te regalo una rosa"



*Preparó la comida y la llevó a la mesa. El sonido del televisor, posicionado “mirando” hacia un determinado sitio era todo lo que se escuchaba. El mando a distancia siempre estaba colocado en el mismo lugar: era el arma del poder, uno de los símbolos de una garra de acero que caía sin piedad sobre el resto de la familia.


Y el silencio se cortaba en el aire.

Por eso, ella y sus hijos engullían los alimentos: había que levantarse enseguida. No era el sitio más adecuado para una convivencia serena. Ni ése ni ningún otro dentro de la vivienda. Era un sinvivir en el que en cualquier momento podía caer un puñetazo sobre la mesa o el ruido ensordecedor de algo que se había estampado en el suelo. No importaba que no hubiera un motivo. El diálogo era simplemente un monólogo de un macho dominante que marca su territorio.

-¡¿Qué manera de comer es ésa?! ¡Tienes que dejar la costilla de la carne completamente limpia! ¡Y la culpa la tiene tu madre que no sabe educaros en condiciones!

Así era como normalmente, él, se dirigía a cualquiera de sus hijos, todavía niños. La rabia escupía por todos los poros de su piel y una vez soltado el veneno seguía comiendo impertérrito con la mirada clavada en la pequeña pantalla.



La mujer retiró los platos y calladamente se dirigió a la cocina. No sabía por qué, pero siempre fregaba en un tiempo record, como si de una competición se tratara. Buscaba, de una manera inconsciente, el despertar de una pesadilla. Porque aquello tenía que terminar: no quería que durara toda su vida. Se merecía algo mejor. Arañaba retazos de esperanza en el aire, pero la paralización, el dejar pasar los días, conducían a más tormentas, tanto exteriores como interiores.

-¡Tú para mí eres mierda! ¡Sal de esta habitación!

Así era como, a empujones, con la cara endurecida por su demonio interno, la sacaba al pasillo, tirándole la ropa del dormitorio común para que no durmiera en la cama esa noche.

Había amaneceres plagados de notas  que él pegaba en las paredes del pasillo. Eran misiles de los que no hacen ruido y que destruyen lentamente el concepto de “ser” de la persona a la que van dirigidos:

-¡¿Ves cómo los ansiolíticos que tomas no te hacen nada?! Tú lo que estás es loca y tendrías que acabar los días de tu vida encerrada! Dile a tu médico de cabecera que te aumente la dosis, la necesitas…

Otras veces, ni siquiera había exabruptos o insultos, eran simplemente miradas despectivas, de indiferencia y, sobre todo, silencios. No importaba el porqué estuviera enfadado con ella o contrariado. El enmudecimiento, ese silencio que sume en lo más profundo de los abismos, lo hacía extensivo a sus hijos que formaban parte del escenario y se convirtió en la forma preferida para  vengarse de la que en otro momento estuvo enamorado. Eran su arma arrojadiza contra ella: al no hablarles a ellos conseguía hacerle mucho más daño. Él decidía, él imponía y él se erigía como controlador emociones. Sabía cómo amedrentar,  atenazar y, también, después,  porque el sexo era lo que se le iba a dar gratis, simplemente, regalarle una rosa con una sonrisa de arrepentimiento. Era un experto en el arte de la sinrazón. Porque no había un razonamiento sostenible para su conducta



*En esta ocasión, como en la mayoría, el daño también tenía unos efectos soterrados y crueles, el que se estaba haciendo a los hijos. Eran más víctimas que a la que iban dirigidos.

Así era el bucle bien compacto y patológico que volvía a retroalimentarse de más porquería en la cloaca.
¿Hasta cuándo duraría? ¿Cómo terminaría? ¿Tendría que haber siempre una consecuencia de muerte para que se hicieran evidentes los malos tratos? ¿Habría que permitir que, llevado de una disociación producida por el rencor, les quitara la vida a los niños?No, por supuesto que no.

Este ejemplo es uno más de los llamados “Violencia de Género". Denominado así, no porque el hombre y la mujer seamos diferentes biológicamente o sexualmente, sino porque la cultura que hemos venido arrastrando de nuestros ancestros nos ha condicionado de tal manera que nos ha colocado a ambos sexos en un lugar determinado dentro de la sociedad y de este modo se han ido forjando resultados de dominancia y sumisión, de mayor intervención en tareas más por  unos que por otros, de más puestos de trabajo en el poder desempeñados por hombres... En definitiva, hemos construido unos estereotipos que nos ha hecho actuar por lo que se espera que tenemos que hacer si pertenecemos a uno y otro sexo. No ha importado la esencia de la persona, sino el papel que se le ha dado en el reparto de la obra.

La violencia no empieza de una manera instantánea. Va incrementándose gradualmente apoyada por las muletas de los roles establecidos en los que la mujer, hasta hace muy poco, ha salido siempre en desventaja. Por eso se ha hecho necesaria una discriminación positiva, para favorecer la disolución de las diferencias establecidas hasta que ambos, hombre y mujer, seamos considerados en igualdad y equidad.

Así pues, la mujer que no sabe reaccionar porque la paralizan sus emociones, tiene que pedir ayuda ante el menor indicio de denigración de lo más importante que tiene: la libertad de ser ella misma.


G.M.G.
(Psicóloga)

martes, 7 de diciembre de 2010

Mario Vargas Llosa


Mario Vargas Llosa ha sabido deslizarse en su discurso al recibir el Premio Nobel, desde la ternura y las emociones afectivas hasta la dureza hacia regímenes totalitarios.


Habla del niño que, desde el momento en que aprendió a leer, se sumergió en un mundo desconocido y rico,  que le abrió nuevas sensaciones y conocimientos que le iban a llevar a contar sus propias historias, ésas que su madre comentaba que eran prolongación de lo que había leído. En definitiva, se iba fraguando el escritor. La lectura le invitó a soñar, le hizo y le sigue haciendo tener fe, y le enseña, desde las diferentes opiniones que encuentra en los libros , el no conformismo y el uso de la rebeldía ante las injusticias sociales.

Se emociona cuando lanza a los cuatro vientos, el amor que siente por su esposa ("ella lo hace todo y todo lo hace bien") y, de este modo, este gran hombre que ha conquistado lo máximo con la literatura, se nos hace humilde y agradecido a la que ha estado, literalmente, pegada a él durante muchos años y a la que le rinde así su agradecimiento con sus palabras entrecortadas por la emoción.

Denuncia con mano dura la existencia de regímenes intransigentes que todavía pululan a estas alturas del recorrido de la vida en muchos países que se jactan de mantener las conciencias alienadas no permitiendo ni un atisbo de libertad de expresiones y, por ende, de comportamientos. ¡Todos bajo el yugo de los dictadores!

Pone de manifiesto el temor de que otros ciudadanos ahora en democracia puedan romper con el respeto a las dignidades personales y derechos fundamentales y se conviertan igualmente en cultivos de prepotencia al coste que sea.

Agradece a España su acogimiento y se considera ciudadano del mundo del que aprende a cada paso y que le ayuda con la riqueza de la diversidad.

En definitiva, D. Mario, usted nos transmite que, a pesar de todo, merece la pena vivir, leer y seguir soñando sin olvidarnos de los afectos de la familia. Gracias por ello.


G.M.G.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Si acaso os preguntan...

Si acaso os preguntan de dónde mi energía,

como leona fiera emerge hacia la vida,

contra corriente seca

y como tras mi aspecto de frágil crisálida

eclosiono con fuerza al claudicar el día,

decidles que en mi cuna fue el cierzo el sonajero

y las Jotas, las nanas de chiquilla,

mis pañales, las nieves del Moncayo,

y paisajes de Huesca,

me arropaba Teruel, mientras dormía.

Toda yo soy, mi tierra,

Aragón, me palpita.




G.M.G.


Duermes


Duermes,
y tus ojos se mueven
en el cálido ambiente de la habitación
que espera las noches para jugar contigo.

Mis manos corren a buscar tu cara
ansiosas de dejar una caricia
que no recordarás mañana.

A veces sonríes
y yo gozo.


G.M.G.

Cuentos de hadas







Al llenarse de tul el día,
caminaba entre los girasoles
y sentía unos pasos al galope
que no pedían permiso para adentrarse.
Portadores de cuentos de hadas,
adormeciéronme,
y en el sopor,
llevaba zapatillas de colores
que hacían cabriolas en el aire.


G.M.G.

Miedo


Atenaza las entrañas. Desde hace bastante tiempo se ha convertido en su mayor enemigo y trata por todos los medios de guardar la cordura ante su presencia; pero en ocasiones es inútil: su fuerza cae como una maza de hierro y le duele toda su integridad. No puede quejarse, si lo hace, los demás, enseguida se pueden apartar de su lado: no se soportan las energías negativas, porque en definitiva, todo se contagia y…por si acaso… Además…el resto de los ciudadanos lleva en su mayoría en el rostro el signo que denota en muchas ocasiones más de lo mismo. Hay muy pocas sonrisas. Por otro lado, en su intimidad tampoco hay interlocutores, así que el escuchar su propia voz retroalimentando la situación la hace todavía mucho más evidente. Sólo queda el silencio bullicioso de sus propios pensamientos y el dolor. Hay silencios que matan lentamente, deshumanizan y, en ocasiones, también, sin que nadie se dé cuenta, van inyectando montones de partículas de anestesia que permita amortiguar el dolor. Es como un mecanismo de autodefensa que el organismo despliega para preservar la ya mermada energía que queda. Estás vivo o viva, pero no sientes la vitalidad del mundo que sigue su curso pintado de muchos colores, como es la propia vida. Sin embargo, en este caso, no percibe nada más que los oscuros. “No hay salida” , le repiquetea el subconsciente. “Ya son muchos años así y el espejo no te cuenta mentiras, se muestra tal cual, implacable.”


Afuera, la hiena, desde su guarida, lanza su carcajada disfrazada, mientras se relame por los futuros festines que se van a ir acumulando en su despensa. No tiene que salir a cazar, se los ponen prácticamente en la boca sin ningún esfuerzo. De vez en cuando, alguna lágrima asomada a la ventana de los medios de comunicación, anuncia otra posible presa y se relame de gusto por ello.

Psicológicamente, se le puede aconsejar que saque los aspectos positivos de de cada situación, porque siempre existen pero… ¿qué se puede hacer cuando ni siquiera  los atisba? Es como cuando a alguien que está deprimido se le dice; “Anímate, sal a la calle”. ¡Qué más quisiera, en las tinieblas de esa tristeza que animarse! No puede, la emoción es superior y ha traspasado ya todas las barreras de las razones.

“Clamé al cielo y no me oyó…”, grita su cerebro. Los más caritativos le dicen: “Dios escribe derecho con renglones torcidos”. ¡¿Dios?! ¡¿Dónde está Dios en los momentos difíciles?! Porque el que percibe una situación como mala, así la siente, así la experimenta y la señora “razón” no se cuela por ninguna rendija de su existencia, ya que está blindada por la desazón.

La radio, la prensa y la televisión, infectados de tertulianos, critican, cosen,  descosen, bordan y hacen encajes de bolillos, pero lo que primero llenan y cierran herméticamente es su bolsillo. La mayoría de los participantes de estos circos están compuestos por maestros de ceremonias que observan, vestidos el traje  de gala, desde una posición casi siempre acomodada,  cómo pueden llevar a cabo su función los tramoyistas y equilibristas situados en la cuerda cada día más floja.
La oscuridad, hoy, le parece más infinita. Las medidas tomadas por las altas instancias van a quitar el acceso a un mendrugo de pan a los que no tenían nada más que eso que llevarse a la boca. Cuatro de cada 10 familias en España tiene a todos sus componentes en el paro y muchos ni tienen ni siquiera el “colchón familiar” que les pueda ayudar, unos porque no tienen familia y otros porque, si la tienen, no van a poder subsistir con sus pensiones. Sólo los que tienen dinero, sólo ésos, van a poder seguir adelante. Los demás...¡que se zurzan si es que les queda una hebra de hilo! Los cuatrocientos y pico euros se han acabado. ¡El vacío, sólo el vacío y sin red...!

La Fe la ha perdido, la Esperanza se le ha declarado en huelga y la Caridad...sólo le queda alguna limosna en el esbozo de un sueño.

Por eso se incrementa su ansiedad y llegada al sumun puede convertirse en angustia. Lar zarpas que tanto teme están llamando a su puerta. Tal vez, esta misma noche, tal vez antes de que el sol se ponga se presente la tan temida sensación: EL MIEDO.



                                                                    G.M.G.