“¡Señoras,
señores, quedan solo tres palotes para comenzar la función!”
Así
se nos anunciaba por los altavoces el inicio de Golfus Hispánicus.
Y
estábamos deseando de que los palotes se fueran agotando. El tiempo,
al menos para mí, se hizo eterno,...tres, dos, uno...
De
repente, el escenario se llenó de vida. Muchos rostros con rictus de
amargura y frío en las entrañas, víctimas aplastadas por una gran
cantidad de pezuñas pesadas con bolsillos repletos y conciencias
huecas, olvidamos casi durante tres horas, el óxido que nos desgasta
lentamente, sibilinamente... Diría que hasta va despellejando
nuestra condición de seres humanos vivos.
Hispania se repite sin aprender de los errores cometidos en tiempos pasados. Somos así de zopencos.
Muchos
Golfus Hispánicus se aprovechan del momento y pululan al acecho para
cualquier metedura de mano. Como bien dice este gran actor Moncho Borrajo, en otros
tiempos a estos desalmados los mataban, sin embargo, ahora los
condecoran asignándoles cargos públicos. Así tienen algunos,
presuntamente, la posibilidad de seguir llenando su saco para,
incluso, ocultarlo en las profundidades más recónditas con destino
a su futuro, mucho más cierto y más solucionado que el que
tendremos algunos de los que en algún tiempo creímos en ellos. No importa su ideología. Se les reconoce fácilmente por Golfus Hispánicus.
¡Ojo!,
son estercoleros de basuras putrefactas. Ni siquiera pueden cogerse de
dentro de los contenedores, cuando vayamos a buscar en ellos comida
porque en nuestra casa no haya ni para un diente.
Sí, nos olvidamos durante toda la función de la ponzoña que está desgastando nuestro sistema inmunológico, porque nos vimos arropados por unas palabras restauradoras del honor de los que sufren-sufrimos, con las que nos envolvió este maestro de la tragicomedia, en su ternura.
Los
dos, Moncho Borrajo (magistral) y Antonio Campos (en una muy buena y difícil actuación), nos dieron una dosis enorme de energía y salimos del
teatro con una sonrisa y algún sueño perdido en aras de recuperación. Además...¡caray la potencia que escondía el fiel servidor mudo!
Las reflexiones ácidas de Moncho Borrajo, sobre lo que acontece en nuestro entorno, contempladas desde la perspectiva del humor fueron un chute de esperanza y confianza en nosotros mismos.
Tal vez, como él nos dijo, desde esa enorme humanidad y sensibilidad, salimos del precioso Teatro Principal, más vivos, valorando lo grandes que somos con gestos tan pequeños como el de cogernos de la mano, decirnos un “te quiero” y saber que los pesados palotes que todavía nos quedan por afrontar para que comience otra función, se disiparán y no serán quimeras.
El fiel servidor mudo, pero no sordo, por el milagro de unos dioses que no existen, finalmente habló. Signo inequívoco de que cada uno de nosotros tenemos la energía suficiente como para que se nos escuche. ¡No dejemos que la sofoquen!¡Hispania, como bien apuntó el maestro, está en nuestras manos!
En Zaragoza, Moncho Borrajo, que se metió literalmente a la gente en el bote, y Antonio Campos nos dejaron uno de los mejores antidepresivos para estos malos momentos: tocamos palmas, participamos e, incluso, 5 caballeros subieron al escenario.
Eres el malabarista más hábil que he conocido para hacer con palabras que los espectadores te dijeron aleatoriamente, canciones preciosas y totalmente improvisadas.MIL GRACIAS POR TODO..
¡Señores, señoras, faltan solo tres palotes para que comience otra función de Golfus Hispánicus! ¡NO SE LA PIERDAN !
(TEATRO PRINCIPAL DE ZARAGOZA HASTA EL DÍA 9 DE DICIEMBRE DE 2012)
Gloria Mateo Grima