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Gloria Mateo Grima





sábado, 22 de junio de 2013

Los fantasmas existen


Hace, ya mucho, mucho tiempo, (como en los cuentos),  me contaron lo siguiente:

Después de su ruptura sentimental, el mundo casi desapareció. Ya no sentía si era, ni siquiera si estaba; no había camino: el vacío lo llenaba todo.

Le aconsejaron una página de contactos en Internet. Siguió al pie de la letra los pasos que había que dar para “conocer” a alguien a pesar de que no había ningún interés por su parte. Redactó, como le indicaron, una breve carta en Word y la copió y pegó en diferentes perfiles. Ni miró a quiénes dirigía sus palabras. Puro automatismo, nada más.

Hubo contestaciones a sus correos en serie. Respondió a aquéllas que estaban más correctamente escritas. Criba, cansancio, aburrimiento. Al final solamente quedó una dirección. Esa persona escribía bien: prosa poética, decía sin decir, divagaba sobre sentimientos y emociones; se perdía en la inmensidad de la naturaleza, hablaba de dársenas, del café de sobremesa, de atardeceres, de fuentes en un jardín. En definitiva, eran agradables de leer y bucólicas.

Siguió intercambiando mails, mirando lienzos escritos con cierta armonía, letras de vivos y hermosos colores que le hicieron salir de su letargo en una borrachera de inocencia; simplemente leía. No había fotos. Nunca las hubo, pero no hacían falta, tampoco le eran necesarias.

El tiempo pasó; la vitalidad renació, la ilusión se volvió a instalar en su apatía. Se iba configurando un nuevo mapa en su cerebro: las neuronas le revoloteaban enérgicas y con brío.

La noticia le llegó inesperadamente: “había fallecido aquella persona que le escribía por las secuelas de un accidente de tráfico”. Así se lo comunicaron desde un lugar imaginario. Sí, imaginario, porque nunca supo si realmente existió.

¡Fue un pobre y miserable juego que alguien inició por pura diversión!  
No le importó el tiempo transcurrido; tampoco si pudo causar dolor o no; simplemente apareció y, cuando se cansó de su teatro, fingió su propia muerte para difuminarse.

¡Faena de aliño, rejón de muerte!

Pero no consiguió su objetivo: quien recibió el macabro comunicado, aprendió y sacó el lado positivo del fantasma de cuento: su renacimiento. ¡Era lo más maravilloso que le había podido ocurrir!

Así es este medio de Internet: puede haber princesas y príncipes, demonios y ángeles, hombres y mujeres, espectros que juegan a divertirse en el aire.

Hay que estar atentos: ¡los fantasmas existen!



G.M.G.