Ese día,
noviembre escondía su cara temida,
porque el sol le dijo: "Hoy, tú te retiras;
quiero primavera y sanar heridas".
El Cierzo calló para aplacar iras.
Ese día,
dos manos temblaban, mientras te entregaban
fotos de unas vidas, recuerdos de antaño,
con sonrisas frescas que no presagiaban,
en su devenir, sentir tanto daño.
Ese día,
con la voz quebrada, apenas audible,
murmuró muy bajo: -"toma"-, y te devolvió
las dos sensaciones, para él inservibles,
porque, ciertamente, jamás las sintió.
Ese día,
miraste a sus ojos, tranquila, serena,
miraste a sus ojos, tranquila, serena,
con tristeza honda y sentimiento quedo;
tu conciencia limpia, la de él, él sabría...
Ese día...
ese día, un hombre partía.
G.M.G.