Me
acerqué hasta aquel hombre que, en su huerto,
bailando con el sol regaba sueños.
Me miró, nos miramos.
Me miró, nos miramos.
Silencio con silencio...
Después me dio una rosa.
Sonreí.
¡¿Cómo vio mis adentros?!
Me dirigí al lugar donde, aunque muchos lo piensen,
ni está la soledad ni falta vida:
si uno sabe escuchar, se sienten risas,
comentarios de historias vividas
y canciones de antaño, algarabías...
Y llegué, quedamente, con cautela,
al nuevo domicilio permanente
de una mujer valiente,
de una mujer gallarda, brava y fuerte;
luchadora aguerrida,
que tejió los abrigos de tres vidas
con una sola aguja,
lentamente...
Cuando el tiempo, enemigo inclemente,
la venció,
quiso volver al lado de su río,
de su fuente,
y a encontrarse con él,
que la dejó tan sola tanto tiempo,
y fue su gran ausente.
Allí, a los pies, donde su nombre dice...
deposité la rosa,
y a esa mujer bravía le rogué un poco de energía
de ésa...
de ésa que ella tenía.
G.M.G.
Después me dio una rosa.
Sonreí.
¡¿Cómo vio mis adentros?!
Me dirigí al lugar donde, aunque muchos lo piensen,
ni está la soledad ni falta vida:
si uno sabe escuchar, se sienten risas,
comentarios de historias vividas
y canciones de antaño, algarabías...
Y llegué, quedamente, con cautela,
al nuevo domicilio permanente
de una mujer valiente,
de una mujer gallarda, brava y fuerte;
luchadora aguerrida,
que tejió los abrigos de tres vidas
con una sola aguja,
lentamente...
Cuando el tiempo, enemigo inclemente,
la venció,
quiso volver al lado de su río,
de su fuente,
y a encontrarse con él,
que la dejó tan sola tanto tiempo,
y fue su gran ausente.
Allí, a los pies, donde su nombre dice...
deposité la rosa,
y a esa mujer bravía le rogué un poco de energía
de ésa...
de ésa que ella tenía.
G.M.G.