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Gloria Mateo Grima





lunes, 2 de noviembre de 2009

"Miss Sintecho"




Vergüenza, pura vergüenza siento de pertenecer a la condición humana, ya que organizar un concurso para poner una corona a alguien que hace mucho tiempo la lleva de espinas sobre su cabeza no tiene nombre. Esto es lo que han hecho en Bélgica. La mujer ganadora que ha conseguido la dignidad de poder tener un techo durante un año ha sido Thérèse Van Belle, de 58 años. Elocuente su apellido final, sí. Quizá ha podido inclinar la balanza a su favor, además de mostrar verdaderos deseos de cambiar de vida, y una magnífica forma de expresarse. Eran los requisitos para participar. Claro, también ha habido premio de consolación para las otras diez no ganadoras. Sin embargo, no creo que sea el de darles una habitación con medio techo.
Han utilizado la posible “belleza” de una mujer sin techo. ¿Y los y las demás que deambulan por las calles…? ¿Van a seguir durmiendo bajo las estrellas con la única manta que la proporcionada por unos cartones recogidos de las basuras?
Sólo los que ya ni siquiera saben lo que son, porque pesa sobre sus espaldas el tiempo de permanencia en esa situación, podrán en algún caso decir que no quieren cambiar de vida. Cuando el deterioro ha llegado a su máxima expresión, es cuando la persona ya ni siquiera reconoce su identidad y todo le da igual.
Para llevar a cabo semejante concurso, se han escudado en sensibilizar a la sociedad de las consecuencias de ser indigente. ¿Hasta esto estamos llegando? ¿Realmente como sociedad nos tenemos que sensibilizar ante estas situaciones de esta forma?
Me imagino a los espectadores. Algunos quizá habrán llevado a sus perritos o gatitos vestidos y de peluquería con lo último que esté de moda canina o gatuna (que no es que tenga nada en contra de los animales, al contrario, ya que son más nobles y leales que muchas personas) o habrán lucido ellos mismos trajes de alta costura. Eso sí, con la compra de una entrada se estarán satisfechos de que con su limosna han contribuido a que una desdichada mujer pueda dormir bajo techo durante una temporada. ¡Pobrecita… da tanta lástima!
Salgan a la calle. Pregunten a los que no tienen donde caerse muertos. Los hay y cada día más. Pronto, posiblemente yo pueda ser uno de ellos. Pero aunque me brindaran la oportunidad de concursar en tamaña monstruosidad de circo, no me presentaría. La manipulación es evidente. El jugar con la miseria de la gente parece que da morbo.
Han utilizado cuerpos demacrados. Los han hecho desfilar por una pasarela maquillados con el artificio de unos momentos de gloria. Han convertido, en definitiva, a la miseria en un espectáculo: ¡Señores, pasen y vean cómo los pordioseros (en este caso, mujeres) van a ser devorados por leonas miradas sanguinolentas! ¡Disfruten del espectáculo!
Afortunadamente ha habido críticas al hecho. Y los artífices de tamaña imbecilidad (por decir algo) se han dignado alegar que no lo van a repetir, ya que sería imposible reunir de nuevo a un grupo de esas características. ¡¿?! ¡¿Están en otro mundo o se tienen que hacer ver por un psiquiatra?! ¿Por qué no han pensado con las pocas neuronas que les queden sanas en hacer algo que realmente sacara de los infiernos a esta gente?
Indigentes hay muchos y sin diferencia de sexo. Sinvergüenzas en la sociedad, que tienen una cama donde dormir y que notan un garbanzo debajo de siete colchones, alardeando de su misericordia y piedad con los más desfavorecidos, también sobran.