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Gloria Mateo Grima





sábado, 14 de diciembre de 2013

A veces llegan cartas...



Ayer leyó de nuevo unas cartas guardadas desde hacía muchos años. Nunca las había hecho desaparecer. Rezumaban cariño, ternura, pasión. Ahora, a pesar de que estaban bien conservadas y el tiempo pareciera que no había hecho mella en ellas, le parecieron un tesoro.

Se sentó en el sofá y, sintiendo en sus dedos el papel, miró hacia el infinito. Quiso recordar escenarios; quiso perderse en el contenido de aquellas letras. En el bosque por el que se internaba, los árboles se abrazaban en armonía. Una mano, cogida a la suya suavemente, le transmitía fortaleza; el miedo no existía, los fantasmas tampoco; ni siquiera sentía la leve brisa del viento que se empeñaba en dejarse notar. En aquel laberinto de vegetación no le importaba cuál era la salida. ¡Qué más daba!: quería seguir allí.

El sonido del móvil avisándole de la llegada de un correo electrónico fue como un manotazo que deshizo el hechizo y aterrizó de nuevo en el suelo. Ahora se cuelgan las palabras en el aire. Ya no le llegan cartas en papel, salvo las de los bancos. El cartero casi se ha convertido en un mal deseado. No lo espera con ilusión; más bien con recelo: facturas, propaganda... 

El tiempo pasa más rápidamente de lo que uno se da cuenta. Aquellas misivas recibidas antaño, todavía estaban bien conservadas, las otras, las suyas con las que contestó, supo que habían sido lanzadas al fuego con rabia para su destrucción hacía mucho tiempo. Diferentes sentimientos, estaba claro. Restos de aquel naufragio solo quedan unas palabras y dos alianzas de oro blanco. 



Hoy, todo ha cambiado; necesariamente tiene que cambiar. La vida no es estática, fluye; pero lo peor no es el cambio, sino las direcciones que toma. Al final, sin embargo, todas convergen en una misma.Y el giro que su caminar había dado había transformado en cicatrices aquellas viejas hermosas palabras, envueltas en sobre y sello. Se miró la manos y tenía huellas de su transitar; observó su interior y también las encontró, pero su mente, ésa que mágicamente hace que olvidemos lo negativo y recordemos sólo lo agradable, traicionera, le trajo imágenes de momentos dolorosos. 


En su vida sólo había amado. 

No es verdad que cada uno tiene lo que se merece.   Rotundamente, no. Es un tópico, como tantos...





G.M.G.