Aquel puente calló,
no dijo nada;
solo miraba enojado a
la luna
porque, con brujería.
había encendido el fuego en unos labios
que ardían.
Zalamera y astuta,
entrelazó dos cuerpos
y los hipnotizó
usando el sonido del
agua cristalina:
eran dos y ya eran
lo que años más tarde
no serían.
Aquel puente calló;
se resistía
a matar la esperanza
de futuro
de ese amor que
nacía.
Después de todo…
él,
sabedor de profecías,
no quiso ser más
piedra ese momento
y, entornando los
ojos,
rogó que el maleficio
de ruptura,
que el paso de los
años así se cumpliría
por hechizos de amores,
por hechizos de amores,
bebiera de cordura
y el desamor, el
tedio y la amargura,
que hicieran
naufragar aquella barca,
retomara la senda que
una noche,
la luna,
astuta y zalamera,
hipnotizó a dos almas
fundiéndolas en una.
Gloria Mateo Grima