Autora

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Gloria Mateo Grima





miércoles, 2 de julio de 2014

Hiel en la piel



El azar es caprichoso: te sorprende, te inunda; de repente aparece sonriente, envolvedor y otras veces te pega zarpazos demoledores que casi hacen de ti polvo antes de que haya llegado la hora de que realmente lo seas. Pero si se muestra tal cual, sabes a qué atenerte: sueñas, disfrutas o buscas una buena dosis de fuerza, aunque no la tengas, y te enfrentas a la adversidad con la energía con la que cuentes en ese momento .
La vida es imprevisible. Todos sabemos de su dificultad.

Lo malo ocurre cuando en tu camino aparece alguien que muestra su mejor cara, esa envolvente y seductora. Esto hace que sientas que puedes confiarte sin miedo a ninguna traición. Estas pasándolo mal. Y te abres y le cuentas hasta tus entretelas. 
No importa, me entiende, sé que está ahí cuando es necesario -piensas-.  ¡Todavía quedan buenas personas!
Incluso, de una manera absurda, crees que estás bajo un manto protector que ha aparecido por casualidad. Es un amiga o un amigo para ti. Su ayuda no es irreal, está ahí, es efectiva, tangible y, en ocasiones, hasta moviliza a alguien para que colabore. ¡Cuánto agradeces a la providencia lo que está haciendo para que tu recorrido sea más fácil! Sientes que quien se ha cruzado contigo te quita obstáculos, que tiene una varita mágica para ello. 

¡Es agradable haber encontrado a alguien así! 

El tiempo transcurre. Se suceden las estaciones, los días, los pequeños detalles  y notas algo. No sabes qué. Es una sensación rara, una voz interior que te inquieta. Y, haciendo una instrospección, te bajas de las nubes y te dices que eres tú realmente quien tiene que coger las riendas de tu vida, que no existen, salvo esporádicamente,  los protectores; que pueden echarte un capote puntualmente, pero que no es conveniente ni sano el que deposites tu barco en sus manos. Las dependencias no son buenas y sí adictivas.

¡Ay, sin embargo, en esa ocasión, ya sabe demasiado de ti! ¿Y tú de esa persona? De vez en cuando ha ido soltando algunos retazos de su existencia; pero solo de vez en cuando. No cabe duda de que se siente más poderoso o poderosa que tú, que casi te has desnudado de tus problemas ante su aparente comprensión. Él o ella, no. No ha hecho lo mismo contigo. Se controla, sabe hasta dónde tiene que decir. No arriesga. Marca una línea que no traspasa. Y lo notas. 

Como el que estés pasando por malas situaciones no implica que seas imbécil, vas observando su interacción contigo; pero no solo eso: vas conociendo su postura ante hechos que ocurren en la vida diaria. Y de repente, sientes que tiene las vísceras en pie de guerra; que tiende siempre a la crítica. Que bebe de las alcantarillas,  de los trapos sucios del entorno y los saca a la palestra. La hiel le hierve, es su propia piel. No puede vivir sin la dosis de vomitar diariamente el veneno de lo que no le encaja. 
De vez en cuando, hace exaltación de la amistad, pero luego cuenta de la misma las miserias más íntimas e inconfesables o, que al menos, a los demás no nos importan. Y tú, por unos momentos, has sentido que habías distorsionado en tu juicio de valor...¡Qué ingenuidad!
Vuelves a reflexionar: ¡cuando las barbas de tu vecino veas pelar...! 

Llega un momento en el que ese alguien, que te ha parecido tan buena gente, sientes que ha hecho contigo una faena de aliño, al más estilo torero: de poderío: te ha tanteado, te ha exprimido, se ha nutrido de tu historia envolviéndote en su bondad. Ya tiene en su haber más savia externa incorporada. Es experto o experta en acercar o alejar a las personas a su discreción. Decide cuándo ya no tiene nada más que le puedan aportar y las manda al desolladero con una certera estocada. Sin embargo, es lo que cree; tú ya te has percatado de su querencia: la manipulación.

Su piel era solamente hiel. Lo has notado. Has tardado, pero lo has hecho.

Es una forma que tienen algunos o algunas de actuar en la vida. A mí no me gusta ese espectáculo, pero entiendo que haya diferentes gafas. ¡¿Quizá algunas arreglen el mundo?!

No busco la crítica a la hora de verter estas palabras.Solo expongo unos hechos. No soy nadie para juzgar. Yo no suelo revolcarme entre la basura, buscando en los detritos de nadie. No los quiero. No es mi estilo. Mi piel se merece que contemple también todo lo agradable que hay a mi alrededor, incluidas las virtudes de las personas. Pero ya siendo prudente. Se escarmienta. 

Escribir con hiel me sería  más fácil que hacerlo buscando un momento en el que cierto equilibrio esté instaurado en mi interior. Si no todo, por lo menos algo. Me gusta ver la gama de colores, no solo lo blanco y lo negro. 
No crean que quiero hacer alarde de perfección: tengo muchos defectos que pulir.

Eso sí, sé que el morbo despierta pasiones y que las alcantarillas son más fructíferas que cualquier parque de la superficie. Da igual. No me voy a meter en ellas.

Trataré de seleccionar mis amistades. No quiero hiel en mi piel.


Gloria Mateo Grima