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Gloria Mateo Grima





viernes, 29 de enero de 2016

Alicia





Dolor, asco, impotencia, rabia y un talego lleno de veneno es lo que me invade el pensamiento. Espero que ese otro "talego" en el que ha entrado el individuo, hasta el veredicto de un juez (así que, de momento, es presunto), lo haya recibido con la sordidez que se merece. 

Ojalá que esa calle Libertad, donde tenía su guarida, sea premonitoria de la falta de ella con la reclusión tras cuatro muros. Aún así, demasiada clemencia para un desalmado; demasiada vida para el que la ha quitado. 
Qué pena que la música se confundiera y entrara en la covacha de un monstruo. Porque solo un monstruo malnacido (de nuevo repito, presuntamente), lanzó por la ventana al vacío el cuerpecito de una niña de diecisiete meses, después de que la madre lo descubriera haciendo lo que ya se determinará, y a la que también agredió.


Alicia, la chiquilla, ya no podrá sonreír. Tampoco podrá jugar en las calles del pueblo de su abuelo. 
Este profesor de música desafinada no le ha dejado ser protagonista de un futuro al que tenía derecho. Ha sido el amo de su destino, su guadaña.
Él todavía respira. A ella la privó del aire que le daba la vida; pero su energía, seguro, conseguirá justicia y su risa se seguirá escuchando a través del viento.

Chiquitina, no te olvidaremos. 


G.M.G.