Estaba rodeada por la bruma
inmersa en los bostezos
en que caen los días,
cuando las horas se extravían
en medio de la nada.
Y me sentía yo, y yo no era;
había puesto a buen recaudo mis sentimientos
debajo de las hierbas de aquel bosque:
las hice mis trincheras.
No quería exponer al intemperie
ni un gramo de carnaza para aves carroñeras.
Los fundí con semillas de ababoles,
malvas y madreselvas.
Sólo las golondrinas lo sabrían,
cuando volvieran en cada primavera.
Confesé mi escondite
a ellas, solo a ellas.
Gloria Mateo Grima