Autora

Soy autora de todo lo escrito en este blog.
Ruego, por favor, respeto.
Derechos reservados.
Muchas gracias.
Gloria Mateo Grima





miércoles, 6 de enero de 2016

Impotencia










Hoy he sentido frío.Casi siempre el eco del silencio me alimenta. De vez en cuando, veo invadido mi espacio por algunos sonidos. Normalmente son toses que se amortiguan enseguida. Es lo normal, lo cotidiano. Pasos que suben y bajan escaleras... ¡Rutina, pura rutina!



En los últimos tiempos parece que no existo. Estoy como abandonada a mi suerte; ignorada y condenada a una tremenda soledad. A decir verdad, la empleada se acerca en algún momento imperativamente y me deja suavemente algo que lleva entre las manos. Pero hoy, he tenido una visita extraordinaria. Lo digo porque es extraño que él entre. Y sí, lo ha hecho. La luz que pobremente penetra por la ventana se ha oscurecido un poco más con su presencia. Han sido unos breves minutos para dejar algo. Muy acelerado, como si tuviera prisa por marcharse enseguida. Algo trama.
He temblado y un sudor frío me ha invadido. No he sabido el porqué, pero he tenido un mal presagio. 

Desde ese día, de vez en cuando, tengo la compañía de una especie de quejidos que solo yo soy capaz de escuchar. Comienzan y se apagan; pero están.

Han pasado unas semanas. Unos tacones se acercan...Silencio... Contemplo una cara desencajada: es la de ella que ha venido a la casa de visita o para quedarse unos días. Está triste. Nadie mejor que yo lo sabe. La voy conociendo. Ha cogido algo de ropa de abrigo para ponerse y ha salido hacia otra estancia.

Después de breves días, ya no escucho los tacones que me daban algo de alegría. Se ha debido de marchar de nuevo.

Otra vez viene él. Ahora veo que se lleva todo lo que anteriormente dejó. La expresión de su cara es de frialdad: las mandíbulas se le marcan excesivamente. Y yo he vuelto a sentir los quejidos solo audibles para mí; esta vez, si cabe, más desgarradores. No he preguntado. Si lo hubiera hecho no hubiera obtenido contestación, no obstante, se han ido debilitando, escaleras abajo, junto a él.
¡Más mal presentimiento!

Al menos, antes me sentía algo acompañada. ¡En esta casa, tan desangelada, ni los rayos del sol se dignan a darme conversación! 


Sé que, al final, solo no se sabe lo que no se hace. Y el futuro que he captado que va a ocurrir es desolador: va a echarla a ella de la casa o, mejor dicho, él la está sacando de su vida poco a poco. 

Es el preludio de una despedida.  Éste anda sin un rumbo en lo emocional. Lo está haciendo de manera premeditada, pero dando pequeños pasos...Calculando, siempre calculando.¡Como si ella no se hubiera dado cuenta el último día que estuvo al tener que entrar aquí a por algo suyo!  Vi lágrimas en sus ojos. 

Y yo, una anodina y olvidada habitación de invitados, con una diminuta cama que casi nunca ocupa nadie, he unido mis lamentos a los de esa ropa que se  ha visto forzada a trasladarse de nuevo; esta vez escaleras abajo, más cerca de la puerta de salida y que guarda la esencia y el dolor de su dueña: una mujer que no se merece los planes que están fraguando a sus espaldas. He sentido impotencia por no poderle contar, en la distancia, lo que va a suceder. 


Él va a seguir haciendo juegos con números para que le reporten ganancias y vivir bien. Ha ido inclinando la balanza y sus sentimientos son escasos, por no decir nulos. Ya no necesita el amor que siente por él la persona a la que siempre le han gustado más las rosas que los crisantemos.

Creo que se equivoca.


G.M.G.