No quiero escuchar las noticias. Estos días nos dan el aperitivo con “Alí Babá y los 40 ladrones” y otras lindezas.
No soporto más ver políticos corruptos, y cómo se lanzan dardos envenenados, tanto desde una parte como desde la otra. Se enzarzan, se vapulean y al final, la casa sin barrer. Realmente es que ni siquiera han encontrado la escoba. Han olvidado la canción de “Si yo tuviera una escoba”. El problema es que no la encuentran o, mejor dicho, que no la buscan. Porque, mientras están divirtiéndose en el cuadrilátero del boxeo, a ver quién da los golpes más bajos que pueda hacer caer al enemigo, los españolitos de a pie, ya estamos KO desde hace mucho tiempo. Más tiempo del que saltó a la palestra la situación general a nivel mundial.
Aquí fuimos más listos: metimos las miserias durante unos meses debajo de la alfombra. Y ahora, cuando la hemos sacudido, salen hasta cucarachas. Estaban en nuestras narices, pero era mejor tenerlas a buen recaudo en las alcantarillas. Quizá se esperaba en las altas esferas ingenuamente que, por obra y gracia del Espíritu Santo, desaparecerían.
Y, mientras tanto, los unos y los otros que están en los púlpitos de los altares, aunque sólo sea por un tiempo, tienen sueldos sabrosos y el porvenir asegurado y no les faltará un plato de sopa roya.
Los pequeños autónomos malviven, están acribillados a impuestos y en muchas ocasiones tienen que cerrar, despidiendo a los poquitos trabajadores que podían mantener en plantilla.
Hablan de mil-euristas, cuando ni siquiera gran parte de la población llega a esa cantidad, si es que tiene el privilegio de tener trabajo, claro. Y si no tienes trabajo, no vayas a un banco porque no te van a dar crédito. Y no estés en números rojos que te sablean a intereses que tampoco puedes pagar: se nos zampará y quizá hasta terminemos algunos en la cárcel, que dentro de lo malo, nos dará de comer el Estado. Sobrevivir en estos tiempos, para los que carecen de trabajo y no disponen de familia que los arrope es exponerse diariamente al suicidio. El dolor y la angustia merman física y psicológicamente, van consumiendo lentamente y la cordura se pierde. Hay una desesperanza que baila al son que marca el diablo. ¿Cuántos diablos pululan por ahí? Demasiados. La canción del próximo verano se va a titular "El baile de la desesperanza".
Los que tienen posibles guardan debajo del colchón el dinero por si acaso…Así, el consumo se paraliza. Todo se paraliza. Hasta la sangre.
La tan elevada a los altares Ley de Dependencia vive en el sueño de los justos, al menos de momento en la mayoría de las comunidades. Llegan las ayudas cuando algunos han pasado a mejor vida. Se están matando moscas con el rabo. Es una manera muy sibilina de hacer limpieza poco a poco.
Cursos de formación para dar subvenciones a diferentes centros que aparentemente preparan para un trabajo. ¿Saldrá de debajo de las piedras?
Comedores sociales atiborrados. No pasa nada. La palabrita en cuestión (crisis), es global y nosotros no íbamos a ser menos.
Acaban de decirnos de nuevo la cifra de parados. Pronosticaban que estaría entre una horquilla de números: por los pelos han acertado.
Aparecen los salvadores espirituales que se aprovechan de su sagaz observación de nuestros rostros cariacontecidos y que te dicen que hay que ser positivos. Confunden lo que es ser positivo, con lo de ser optimista. Creer que por pensar que las cosas pueden salir bien, lo van a hacer. ¡Ilusos!
Pasa la vida: se destrozan familias por aquello de que “cuando el dinero sale por la puerta el amor se escapa por la ventana”; se agrian caracteres. Nos estamos adiestrando en la falta de valores ¿Valores? ¿Saben realmente los niños de hoy lo que representan ¿Qué es eso? ¿Será la Bolsa o simplemente al hablar del valor se imaginarán a Superman? ¿Hemos educado a nuestros hijos en el respeto, la disciplina y el cariño? Claro, ancha es Castilla: un niño que no percibe nada más que prisas, gritos, falta de respeto, aprende, aprende y aprende lo que ve, lo que oye y es muy probable que lo repita. Me duele la sociedad de mañana, aunque no sé si la veré.
“Clamé al cielo y no me oyó” y la desesperación nos confunde y la fe se pierde. No es que sólo nos acordemos de Santa Bárbara, cuando truena. Es que ahora el sol está nublado y el cielo es una traca continua.
Se dice que no tenemos que hablar de estercoleros. Pero es que nos han puesto en la puerta de la casa, en una caja de zapatos, las defecaciones de algunos para que sepamos cuál es nuestra condición.
Hace tiempo que todo me parece un circo. Pero, preferiría “Los payasos de la tele”.
Ya, Petra, se ha convertido en una criada que también está desempleada. Esta vez no lleva uniforme. Sólo va vestida con la cofia y vaqueros rotos, eso sí, no son de los de diseño. Ni la procesión de casa en casa pidiendo un poco de trabajo le da para comer. Y eso que se mueve, porque no le queda otra, en la economía sumergida. Hoy, Zipi y Zape ya no son dos niños traviesos. Son unos ladrones adictos al botellón que “chupan del frasco, Carrasco”. Hay muchos Carpantas debajo de los puentes que no tienen ni para un muslo de pollo. Mortadelo y Filemón han enfocado su agencia de información, porque les es más rentable, a capturar, entre otros, a los malos pagadores, a las separadas o separados que se quejan de lo paupérrimo de su economía y van como aves de rapiña en contra del otro.
No hay un Jabato con coraje, un Capitán Trueno que amedrente a tanto ladrón y sinvergüenza, ni la familia Cebolleta unida. Faltan demasiadas cosas y sobran tropecientas.
Me voy a poner a leer algún cuento de hadas o alguna novela de Corín Tellado de los de antes. Al menos, saldré de la vorágine de la realidad por unos momentos y sentiré que es sólo una pesadilla y que mañana tendré-tendremos un trabajo.
Quizá debería venir Mafalda a poner orden y a dar unas cuantas lecciones de saber hacer. La estoy buscando. ¿Sabe alguien dónde encontrarla?
G.M.G