Atrévete
a rebelarte el día que te levantes pesimista, a respirar notando el
aire que penetra por tus fosas nasales, a mimarte con unos minutos de
dedicación a ti misma o mismo. Atrévete a admitir que las cosas no
te están yendo bien, a reconocer que, a veces, tienes que pedir
ayuda, sin que te tengas que avergonzar por ello a darte permiso para sentirte mal
física o psicológicamente.
Atrévete a hacer
algo nuevo y beneficioso para ti cada día, aunque sea
insignificante, a mirarte al espejo con un guiño de complicidad, admitiéndote como eres; a suavizar las arrugas, inevitables por el
paso del tiempo, con una sonrisa, a acercarte a alguien que te pida
ayuda y, aunque no puedas echarle una mano económicamente, comparte
con esa persona ratos de compañía.
Atrévete a denunciar cuando
veas a tu alrededor la presencia de malos tratos llevados a cabo
contra niños, ancianos, mujeres u hombres, a renunciar a las drogas como
suavizantes de un problema que te acucia, ya que a pesar de que te dejen en otros mundos por un momento, no lo solucionan.
Atrévete
a soñar sin perder la noción de tu realidad, a imaginar algo que te
haga feliz, a ser agradecido o agradecida con las personas que se han volcado contigo y te
han reconfortado el ánimo o te han ayudado económicamente; a decirles a aquéllos que considerabas tus amigos y te han dado la espalda que
esperabas un poco de calor en los malos momentos, pero sin acritud.
No
te importe salir a caminar y pararte a mirar flores silvestres, hay
orquídeas chiquitinas muy bonitas en la primavera que desde su humildad son grandes. Baila, cuando te duela el alma y
canta canciones que te ayuden a seguir para adelante.
En
fin, atrévete a salir al ruedo de la vida y a lidiar de la mejor
manera que sepas y puedas con lo que aparezca en la arena. Todo,
tanto lo bueno como lo malo, no dura siempre. La mejor medicina es una sonrisa.
¡Sé valiente!
Gloria Mateo Grima