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Gloria Mateo Grima





viernes, 16 de mayo de 2014

Cipriano, el amigo de los pobres y Pimpón, el payaso de los niños










Cipriano, el amigo de los pobres.





Cipriano lleva muchos años dedicándose a ayudar a los 

más necesitados. Vital, infatigable, con la huella del 

tiempo en su rostro y la sencillez de un hombre sin disfraz.

Dejó hace años los hábitos de fraile. Desprende ternura, 

acaricia con la mirada, y la endurece ante la situación 

que está contemplando.

Sabe lo que es el hambre: en la época de la guerra -dice-, le

tocó ir de casa en casa, suplicando un poco de comida

porque eran muchos en su familia y no tenían para

alimentarse. 

Le duele la miseria; miseria que hace años ha contemplado y

que ahora se desborda y aborda sin piedad a gente que

antes tenía trabajo y recursos.

No pide dinero para ellos, sólo alimentos y ropa.

-Estamos desbordados -comenta-. Me he llevado sorpresas:

familias que antes tenían una empresa y se han quedado sin

nada...

Toledo lo conoce. Sabe de él toda Castilla-La Mancha. Se

diría que es como un cirujano que extirpa al menos un 

pedazo de crisis.




Afortunadamente hoy aún quedan algunos Ciprianos,

anónimos, sin nombre, que no salen en los medios de

comunicación. Doy fe de ello. Lo sé. El hambre puede llevar

a tener las tripas vacías, pero es probable que llene la

cabeza de desesperación.







El payaso Pimpón














Una peluca de color rojo acompañada de una nariz redonda

esconden su verdadero yo. Vende globos en Pontevedra.

Alguien se los regala para que al menos consiga un poco de

dinero para poder dormir en una pensión. Lleva varios años

así. El paro lo ha parado y él se rebela a bajarse en el andén

de la vida, fosilizado antes de tiempo. Sin derecho a

ningún subsidio, a pesar de haber trabajado, sin derecho

nada más que a tratar de sobrevivir.


.
No va a votar por ningún partido grande. Le han

desilusionado -comenta.

.
A pesar de todo, Pimpón arranca una sonrisa a los niños que

ya lo conocen y se le acercan a pedirle un  “gobo”. Así lo

pronuncia, como lo dicen ellos. Son en cierto modo un oasís

en el desierto de su vida. Le ayudan a seguir.


Las calles están llenas de muchos payasos que no llevan

peluca ni nariz roja, desaliñados y malnutridos también por la

situación que vivimos en España y pidiendo caridad. La

caridad es una virtud, pero los derechos fundamentales son

eso: FUNDAMENTALES PARA VIVIR LA VIDA CON

DIGNIDAD.



Gloria Mateo Grima