Cipriano, el amigo de los pobres.
Cipriano
lleva muchos años dedicándose a ayudar a los
más necesitados.
Vital, infatigable, con la huella del
tiempo en su rostro y la
sencillez de un hombre sin disfraz.
Dejó hace años los hábitos de
fraile. Desprende ternura,
acaricia con la mirada, y la endurece ante la situación
que está contemplando.
Sabe
lo que es el hambre: en la época de la guerra -dice-, le
tocó ir de
casa en casa, suplicando un poco de comida
porque eran muchos en su
familia y no tenían para
alimentarse.
Le duele la miseria; miseria
que hace años ha contemplado y
que ahora se desborda y aborda sin
piedad a gente que
antes tenía trabajo y recursos.
No
pide dinero para ellos, sólo alimentos y ropa.
-Estamos
desbordados -comenta-. Me he llevado sorpresas:
familias que antes
tenían una empresa y se han quedado sin
nada...
Toledo lo conoce. Sabe de él toda Castilla-La Mancha. Se
diría que es como un cirujano que extirpa al menos un
pedazo de crisis.
diría que es como un cirujano que extirpa al menos un
pedazo de crisis.
Afortunadamente hoy aún quedan algunos Ciprianos,
anónimos, sin nombre, que no salen en los medios de
comunicación. Doy fe de ello. Lo sé. El hambre puede llevar
a tener las tripas vacías, pero es probable que llene la
cabeza de desesperación.
El payaso Pimpón
Una
peluca de color rojo acompañada de una nariz redonda
esconden su verdadero yo. Vende globos en Pontevedra.
Alguien se los regala para que al menos consiga un poco de
dinero para poder dormir
en una pensión. Lleva varios años
así. El paro lo ha parado y él
se rebela a bajarse en el andén
de la vida, fosilizado antes de tiempo. Sin derecho a
ningún subsidio, a pesar de haber trabajado, sin derecho
nada más que a tratar de sobrevivir.
de la vida, fosilizado antes de tiempo. Sin derecho a
ningún subsidio, a pesar de haber trabajado, sin derecho
nada más que a tratar de sobrevivir.
.
No
va a votar por ningún partido grande. Le han
desilusionado -comenta.
.
A
pesar de todo, Pimpón arranca una sonrisa a los niños que
ya lo
conocen y se le acercan a pedirle un “gobo”. Así lo
pronuncia,
como lo dicen ellos. Son en cierto modo un oasís
en el desierto de
su vida. Le ayudan a seguir.
Las calles están llenas de muchos payasos que no llevan
peluca ni nariz
roja, desaliñados y malnutridos también por la
situación que
vivimos en España y pidiendo caridad. La
caridad es una virtud, pero
los derechos fundamentales son
eso: FUNDAMENTALES PARA VIVIR LA VIDA CON
DIGNIDAD.
DIGNIDAD.
Gloria Mateo Grima