(Fotografías: Mariano Ibeas)
Tiene sed, se duele mansamente,
porque teme gritar
y su piel agrietada implora al sol
que no la bese tanto;
pero él, amante de romances
la envuelve en los embrujos placenteros
y le aborta retoños incipientes.
En las noches,
canta nanas y llora.
El cierzo lleva briznas de llanto
al lado de los ríos,
donde las huertas paren
por armoniosa simbiosis de amor.
Celosa, pide a agua que cale sus entrañas
y no obtiene respuesta.
¡Ay tierra de Monegros!
Y, sin embargo,
cuántas vidas encierras,
silenciosas, hermosas...
y cuántas esperanzas.
Gloria Mateo Grima