Oigo
gemir mi corazón cansado
por
esperarte tanto,
con
los ojos abiertos, esforzados,
en
esquivar el sueño que me acucia,
y
que no quiere
un
nuevo amanecer envuelto en llanto.
Busco,
en la oscuridad algún sonido
que
devuelva ese hilo
con
el que yo cosía mi vestido,
aunque al cabo del tiempo
era tan fino,
que apenas ya zurcía mi latidos.
Pero
las noches pasan,
y
el silencio se apodera, no hay ruido.
Otra
vez ha olvidado que existo,
otra
vez, y otra vez siento más frío.
El
amor, ése que yo he querido
ha
pasado de largo:
estará descubriendo otros caminos.
Yo anhelo su presencia,
él, él se ha desvanecido.
Yo anhelo su presencia,
él, él se ha desvanecido.
Gloria Mateo Grima