Y
me cogió la mano en su agonía,
apretándome
fuerte,
en
el último aliento de la vida,
cuando
ya sus minutos no existían,
cerca
de convertirse en dispersa energía,
y
me dijo:
no
aguantes otra más,
que
no te haga sufrir ni un solo día;
que
tus ojos no lloren, que no te vea hundida.
Tú
no te has merecido sus engaños
ni
que se refugiara en otros labios
Sé
bien firme,
que el que quiere, te mima si le mimas .
Esa mujer de la que tanto hablo,
al cabo de los años,
sigue estando presente en mi memoria hoy,
tan grande, Manuela,
mi abuela,
y tan viva como antaño.
Ahí te dejo tus rosas,
son mi humilde regalo.
Gloria Mateo Grima